En Santiago del Estero lo único que se reparte entre los pobres es desigualdad y desamparo. En El Caburé, un pueblo con 1.200 habitantes, que está a 384 kilómetros de la sede del poder político, no hay prevención alguna contra el Covid-19 y no se atienden emergencias médicas con la celeridad necesaria. ¿Habrá ambulancia que pueda salvarnos? ¿A qué número podemos llamar para no morir en la espera? Las y los vecinos de El Caburé mueren durante el traslado a hospitales que están a 30 o 60 kilómetros de distancia. No solo eso, sino que deben acudir a autos particulares porque no hay ambulancias.
Mientras la tierra se seca del calor, nuestras gargantas arden porque el agua en el barrio es intomable: sale demasiado sucia de la canilla. Acá no hay médicos, de ninguna especialidad, ni de guardia siquiera; apenas cuentan con dos “agentes de salud” que hacen lo que pueden con lo que tienen en sus manos. “La Colo”, una vecina del pueblo, tiene 25 años y perdió a su bebé recién nacido porque nadie podía asistir el parto en la Salita de Primeros Auxilios. La subieron al auto de un vecino y se volvió una caravana: la llevaron al Hospital de Los Pirpintos que queda a 30 kilómetros y de ahí la derivaron a Monte Quemado, que está a 60. ¿Por qué? Por la simple razón de que ellos “no habían hecho los controles previos al parto”. El bebé murió en el camino y la madre casi pierde la vida también.
Todo esto deben soportar y combatir día a día. Así, empiezan a sobrevivir a la falta de atención médica. José Arnaldo Salto, “Ferni”, tiene 18 años y su familia está compuesta por siete personas; a los 13 vio fallecer a su padre José Alberto Salto, que se podría haber salvado si la ambulancia hubiera contado con lo mínimo y necesario: un tanque de oxígeno lleno, pero falleció porque estaba casi vacío al momento de tener que trasladarlo hasta Los Pirpintos por el accidente que tuvo al volver del trabajo.
La falta de salud y de estabilidad laboral son dos problemas que ahogan a todos. No tienen para comer y mucho menos para comprar medicamentos. La familia de Ferni tiene una casa de comidas, aunque cada vez menos clientes. Las opciones laborales son limitadas, porque tienen que estar en la siembra o la cosecha de sorgo y cebada, sino arriesgarse en los hornos de carbón y el trabajo en la comuna local. Roberto Vallejos, compañero de El Caburé, trabaja en el municipio 11 horas diarias de lunes a viernes y apenas le pagan $6000 por mes, sin mencionar que carece completamente de estabilidad laboral: “Los jefes comunales se olvidan siempre de las personas, nunca hacen nada en el pueblo. La gente que trabaja se sacrifica mucho. Están los que cortan la leña, la trasladan en los tractores y la tarea finaliza en los hornos, que son de 12 toneladas. Te pagan $1.000 pesos por horno, pero después tenés que gastar 600 para comprar algún medicamento”.
La falta de acceso a la salud está diagnosticada,
pero sigue sin tratamiento.