¡Y sí! Nos empezamos a preocupar cada vez que se asoma el verano porque donde más se ven las ronchas de la desigualdad es acá, en los barrios, con la picazón terrible de la indiferencia acarreada con cada invasión del dengue. Una epidemia que siempre está, pero que jamás es controlada. No lo decimos sólo las y los vecinos, sino el mismísimo Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación: con más del 40% en 2020, Argentina está superando los casos acumulados en comparación con la temporada 2015-2016, que había sido la más alta en la historia del país.
Cuando decimos que cada epidemia afecta doblemente a los barrios populares nos basamos en la experiencia de ver constantemente historias como la de María Rosa Vega, vecina del Barrio Los Pumitas en Rosario, que por las noches escucha el zumbido de los mosquitos: «Hoy lo tenemos a flor de piel en el barrio; el dengue volvió a aparecer debido a las zanjas, el arroyo Ludueña y el basural”. En estos momentos, si no juntamos agua en baldes por la falta de presión que hay con las altas temperaturas, no podemos cuidarnos del coronavirus que nos sigue afectando con unos síntomas similares, pero al hacerlo nos exponemos a que se reproduzca el mosquito que transmite el dengue. Mientras tanto, las soluciones que nos brindan siempre son efímeras: “Cuando hubo casos de vecinas contagiadas, desde el Municipio vinieron al barrio, pero solo fumigaban un poco y nos daban algo para tirar en nuestras casas sin explicarnos qué era”.
A quienes sobrevivimos en el hacinamiento, nos empujan a las orillas de la marginalidad y desde ahí tratamos de hacer el descacharreo por nuestra cuenta; pero no podemos hacerle frente a la falta de cloacas, las constantes inundaciones, los basurales que se crean por falta de recolección o aquellos que son inamovibles, ya que son nuestra fuente de trabajo o de alimento: ¡necesitamos urbanización! Sin embargo, parece que no quieren escucharnos a nosotros ni a la Organización Mundial de la Salud, que considera al dengue como “una de las enfermedades tropicales desatendidas”, porque prolifera en los barrios empobrecidos como el de María: “Cuando me contagié, me afectó bastante y estuve más de una semana en cama con las defensas muy bajas; en Los Pumitas muchas personas tenemos la misma problemática”.
Shhh, silencio, que no es para tanto: sólo llevamos 56.293 casos autóctonos en todo el año. Otra vez, de enero a marzo, tendremos la histórica negligencia, que se suma a esta pandemia para profundizar nuestra pesadilla. ¿Cómo no preocuparse? El otro grupo de riesgo es la villa.