17 diciembre, 2020
, Isla Maciel

¿QUÉ SENTIDO TIENE LA INDIFERENCIA?

Isla Maciel basural

Abran todos los sentidos. Absolutamente todos. Desde el primero al último. Fundamentalmente el olfato. Huelan todo a su alrededor. Háganlo por nosotras y nosotros que, sobre las vías de la calle Pinzón en la Isla Maciel, no podemos hacerlo porque el olor putrefacto nos tapó las narices. Nauseabunda realidad, frente a La Boca y costeando el partido de Avellaneda, obligados a soportar el olor a podrido escurriéndose por las bolsas de basura, los restos de comida que debemos tirar porque se desperdicia en la heladera por la falta de luz, la yerba húmeda del mate para camuflar el hambre, las moscas sobrevolando, las ratas paseando, las cucarachas multiplicándose y un foco perfecto para que se críen mosquitos en el barrio que el verano pasado tuvo más de 100 casos de dengue. Ahora, traten de convivir unos minutos con ese hedor. O días. O meses. ¿Pueden? Nosotros tampoco, pero debemos hacerlo porque no tenemos recolección de residuos a diario.

Ahora, intenten intensificar el tacto. Háganlo. Sientan el aire puro que se desvanece entre las bolsas que van corriendo para caminar y la mugre que deben juntar para que no se lastimen los chicos cuando salgan a jugar… Acá no logramos sentir la brisa limpia porque acarrea olores de la basura acumulada y menos podemos palpar los servicios básicos que deberían ser tangibles. Nos duelen los pies de tanto caminar hasta alguna de las puntas del barrio donde hay contenedores. Acá dentro sólo tenemos dos canastos pequeños para más de 250 casas que rodean la zona que no dan abasto, porque ya el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable en Argentina dijo que “cada habitante produce 1,15 kilogramos de residuos sólidos urbanos por día”. Ahora multiplíquenlo por el total. Lo acomodamos como podemos para que no se vuelva un volcadero a cielo abierto por la falta de recolección. Ya hace más de 2 años que firmamos una petición solicitando más tachos y recolección de basura al Municipio de Avellaneda y todavía no tenemos respuesta.

Ahora, el gusto. ¿A qué sabe el agua limpia? Nos gustaría responder que es incolora, inodora e insípida, pero es imposible: sentimos el gusto amargo por el calor y el sabor a tierra que sale de nuestras canillas; degustamos ese trago amargo de vivir cerca de la Cuenca Matanza-Riachuelo históricamente lleno de contaminación y afectado por la basura; justito por ahí pasa un caño atado con bolsas, que llega hasta la casa de vecinas y vecinos frecuentemente con arenilla y con poca presión. Con la garganta seca organizamos el merendero “Los Pibes de la Pinzón” donde todos los días preparamos viandas para 260 vecinos y vecinas.

Abran los ojos lo más que puedan. ¿Lo ven llegar? Allá, a lo lejos, bien lejos, hay un camión de basura. Pero todavía no llega a los canastos que están en el medio del barrio; se llevó únicamente lo que había en los contenedores. Acá podemos ver ese vapor que se vuelve marrón por la contaminación, las bolsas negras repletas y reventadas.

No es una cuestión para tocar de oído, pero sí para escuchar. Hay 250 familias que soportamos una cotidianidad tan angustiante como dura. Necesitamos más contenedores, no se puede aguantar, ni sobrevivir, ni gritar entre tanta basura.