Hace 5 meses lanzábamos la campaña #ContagiáConectividad con el afán de darle curso a una solución urgente para una problemática estructural de nuestros barrios: Internet de calidad que garantizara la continuidad pedagógica. Por soñadores o ambiciosas, nos propusimos instalar 100 nodos digitales que le aseguraran a nuestra comunidad un espacio con conexión a la red, para que pudiera formarse, hacer trámites o entretenerse. ¡Y ya llegamos a la mitad del camino! Desde la autogestión, contando con la solidaridad del pueblo, en una pandemia que agravó todas las dificultades, conectamos una asamblea cada tres días. Sí, inauguramos 10 salas por mes, donde hoy pueden estudiar o distenderse quienes no tenían manera de atender la virtualidad o se veían en la obligación de compartir con toda su familia un teléfono celular, contando con el acompañamiento de promotoras educativas que no sólo muestran cómo usar las tablets, las computadoras o ayudan a cumplir con las tareas, sino que además contienen a aquellas personas que también lo necesitan.
En 17 provincias del país cambiamos nuestra realidad significativamente, porque el aislamiento es doble sin acceso a la web. En el barrio La Tosquera, Corrientes, instalamos una torre de 30 metros de altura que abastece de banda ancha a toda la zona, como nadie había hecho antes; en Juella, Jujuy, un pueblo relegado por el mercado de la navegación, logramos una velocidad 10 veces mayor que la otorgada por el Estado en una escuela local, por un precio 10 veces menor. Y no se vayan a creer que estamos ejerciendo el autobombo, eh. Simplemente detallamos nuestro agradecimiento, porque nada hubiera sido posible sin el compromiso de ustedes, que aportaron dinero y difusión, invirtiendo ciegamente en este puente que nos conecta, sabiendo que aún falta un montón. Porque nos encantaría gritar que la meta fue cumplida, para consagrar otro punto de partida, pero todavía resta un largo trecho y necesitamos que sigan acompañándonos, mientras esperamos la aprobación de nuestro proyecto presentado ante el ENACOM, que nos permitirá triplicar lo conseguido hasta el momento.
¿Y ahora? Sigamos caminando, queda mucho por andar. Compartiendo recorrido con el mundo cooperativo, en articulación con el sector público y la academia, vamos a cumplir el objetivo apostando a la organización e inflando las redes comunitarias que abordan cada necesidad que la desigualdad genera.
Hasta que haya una nueva normalidad,
donde nadie se quede afuera.