22 febrero, 2021
, Dictadura

“¿DÓNDE ENTERRARON A NUESTROS DESAPARECIDOS?“

nunca mas

* Por Sebastián Soulier, hijo de Adriana Ríos y Juan Carlos Soulier, desaparecidos en la última dictadura militar en Argentina.

Hoy se dictó la sentencia del duodécimo juicio por delitos de lesa humanidad “Diedrichs y Herrera”, que se llevó a cabo ante el Tribunal Oral Criminal Federal 1° de Córdoba; los imputados actualmente son 17, ya que mientras soportábamos la lentitud de la Justicia, 5 de ellos murieron en libertad e impunes. Esta lucha nació por las 43 personas secuestradas en Córdoba entre marzo y septiembre de 1976, de las cuales 34 aún siguen desaparecidas y 9 somos sobrevivientes, entre ellos, yo. Después de pelear durante tantos años, logramos que ocho genocidas sean condenados a cadena perpetua y cinco a 18 años de prisión; pero dos quedaron absueltos y uno fue apartado de la causa por “cuestiones de salud”.

Durante la última dictadura vivíamos en la casa de mi abuelo, Luis Roberto Soulier, con mi madre Adriana Ríos, mi padre Carlos Soulier y mi tío Luis, en el barrio Villa Páez de Córdoba Capital. Mi familia militaba en la organización “Comando Popular de Liberación” y el 15 de agosto de ese año, con cinco meses de vida, fui secuestrado junto a mis padres y abuelo, y al día siguiente se llevaron a mí tío. Cuando los ví por última vez, era muy chiquito; cuando se los llevaron, también vaciaron la casa, no quedó nada, ni libros ni fotos ni documentos. A través de mis familiares pude saber que eran personas muy queridas por su calidez . Mi viejo trabajaba de electricista con mi abuelo, tenían una mediana empresa que fue creciendo y lo recuerdan como alguien extrovertido que hacía chistes todo el tiempo… Eran personas muy alegres: me contaron que había noches en que mi mamá bailaba y tocaba la guitarra, mi abuelo agarraba el violín y la casa se convertía en un carnaval.

Si hay algo que conservo de mi familia es el espíritu de lucha y el deseo de vivir en una sociedad más justa, estoy seguro que eso nos une más allá de la sangre. Cuando era pibe, milité en la Universidad Nacional de Córdoba y en 1995 decidí comenzar a formar parte de la agrupación H.I.J.O.S., para seguir buscando los cuerpos de mis padres y mi tío.

Lamentablemente, el juicio llegó tarde, ya que mis abuelos no tuvieron la posibilidad de presenciar el momento en el que estos genocidas están siendo juzgados, pero estoy acá en nombre de ellos. El día que fui a declarar, sentí que me faltaban sus abrazos; sin embargo, sentado en esa silla tuve la sensación de que me acompañaba una columna inmensa de compañeras y compañeros. Fue muy reconfortante poner mi palabra y mi historia ahí.

Para mí, todos esos años están impregnados de miedo y mucha tristeza difícil de dimensionar: no sólo es que tu hijo está muerto, sino que desde hace 45 años no sabés dónde está. Y en este contexto en el cual hay maltratos en comisarías y cárceles, mientras que de Córdoba hay seis pibas y pibes desaparecidos en democracia, debemos comprometernos, ¡no permitamos que siga ocurriendo!

Hoy vivimos un momento histórico y podemos sellar un pacto colectivo: construiremos una sociedad en la que los represores y genocidas ya no tengan impunidad; porque Nunca Más, es Nunca Más de verdad.