* Por Laura Nieto, compañera de Alejandro “Kanisca” Bravo, asesinado el 22 de enero en La Rioja.
Ya pasó un mes y sigue siendo inexplicable: el dolor, la tristeza, la angustia, la desesperación y tantos adjetivos más que no logran visibilizar la agonía que estoy viviendo, es indescriptible. Durante 20 años estuvimos juntos, la mitad de nuestras vidas; no éramos la pareja perfecta, tuvimos días buenos y días malos, pero siempre apostamos a llegar juntos a la vejez.
Recuerdo perfectamente el día que nos conocimos, fue cuando salí con una amiga y lo vi a él. Nos conectamos rápido, porque ambos éramos muy inquietos y al principio éramos inseparables: todo lo hacíamos juntos, incluso nuestros trabajos. Comenzamos siendo payasos, porque nos encantaban los niños y así formamos “Mil Carcajadas”. Así animamos muchas fiestas infantiles, de las que terminábamos sin energía, pero felices. Luego nos dedicamos a las artesanías, cada uno buscaba creatividad propia en su rubro, aunque siempre nos complementábamos. Ale era tatuador, así que abrimos un local de tatuajes y colocación de piercings, además de vender accesorios. En su propia piel llevaba esa pasión, porque cada uno de sus tatuajes tenía un significado en el cual plasmaba sus sentimientos y experiencias.
Nuestro proyecto de vida era poder salir adelante para poder ofrecerle una vida digna a nuestro hijo. En esa búsqueda logramos crear momentos inolvidables, recuerdos muy significativos en cada uno de los viajes, en los lugares que visitamos, o en cada árbol bajo el cual descansamos y pudimos encontrar la felicidad en cada pequeño detalle. Por todo esto lo tengo presente, por quien era, por todo lo que hizo en su vida por cada ser querido que tuvo. El 22 de enero estaba volviendo a casa cuando fue asesinado brutalmente. Sólo quería volver a su hogar y lo ensuciaron de la peor manera para poder tapar toda la violencia policial a la que están tan acostumbrados. Nosotros vamos a luchar para romper la rueda de violencia que generan las Fuerzas de Seguridad en La Rioja.
Kanisca, ese sobrenombre que le pusieron en un campamento de juventud solidaria en Mendoza, seguirá presente, ¡ahora y siempre!