23 febrero, 2021
, Tucumán

NUESTRO NORTE ES EL ACCESO AL AGUA POTABLE

Aunque el agua cotice en la bolsa, aunque nos la nieguen cotidianamente y aunque la desigualdad nos prohíba hidratarnos, no paramos de salir a flote en el mar seco del empobrecimiento. Toda nuestra barriada naufraga a la deriva del abandono estatal, porque en las tierras de Tucumán, las 50 familias del Barrio Alberdi Norte no tenemos ni una gota de este líquido que resulta tan inaccesible para quien no la puede pagar y la poca cantidad que sale de la única manguera que hay, no alcanza para que tome toda la comunidad. Esta realidad se la contamos a la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, para que entienda que nadie quiere ingerir agua mezclada con tierra, porque desde hace 4 años atravesamos este problema y, como sabe Teresa Yanina Elizabeth, se hace muy difícil: «Nuestra realidad es más que insoportable. Vivimos conectadas a una manguera que llega desde otro barrio porque no contamos con obras hídricas propias, pero suele romperse, quebrarse o cortarse y por ahí entran los desechos de las cloacas. Mi sobrinita de 3 años se enfermó a pesar de que sólo tomó un sorbito y mi hijo de 4 años quedó internado 15 días en el Hospital Nicolás Avellaneda por una gastroenteritis”.
Somos incapaces de acostumbrarnos a vivir así, mientras caminamos 10 cuadras cada día con baldes de 20 litros alrededor de 20 veces para sostener las raciones del comedor “Sonrisas Poderosas”, donde asisten 330 personas. No podemos soportar las excusas de la Sociedad de Aguas del Tucumán (SAT), que solamente se defiende diciendo que “no pueden hacer obras en el asentamiento porque sería ilegal”. Incluso, el propio Ente Único de Control y Regulación de los Servicios Públicos Provinciales de Tucumán se comprometió a trabajar en conjunto con la Municipalidad para dar una solución conectándonos a la red de agua del complejo deportivo cercano al barrio, pero nunca sucedió. Vecinos como Rafael Antonio Gutiérrez intentan poner en palabras tanto sufrimiento: ”Mi familia no llega a fin de mes, mucho menos si debemos comprar bidones de agua cada dos días para tener algo con qué hidratarnos. Somos siete personas en mi casa y no podemos tomar el agua que sale de la canilla porque nos puede enfermar, pero tampoco podemos sostener el gasto de los bidones”.
Únicamente nos queda recurrir a los parches que nos ofrece la propia Sociedad Aguas del Tucumán, como «contratar un camión cisterna particular”. Claro, si pudiésemos pagar 10 mil pesos cada vez que llegue al barrio. No exageramos ni un poquito; la falta de empatía nos lastima y se nota en la indignación de Claudia Noemí Cerezo: «¡Es impresionante lo sucia que sale el agua! Lo que tomamos es lo mismo que sale de nuestras cloacas, sin rodeos. Fuimos con la SAT para ofrecerles que si realizaban las obras, les íbamos a pagar, pero su respuesta fue que no lo harían porque somos un asentamiento. No comprendo cómo pueden negarse tanto al ver que todos los niños del barrio tienen diarrea o vómitos por el agua. Realmente nos parte el pecho».
Nos enferma la desidia de la Municipalidad,
que se niega a garantizar nuestro derecho.

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