Nos zumban en el oído de día y de noche. Sin parar escuchamos sus alas y los vemos volando por toda nuestra casa, volviendo más insoportable el hacinamiento, obligándonos a redoblar los esfuerzos para protegernos del coronavirus afuera y del dengue adentro. La falta de agua nos lleva a dejar baldes como almacenamiento y se multiplican los insectos, recrudeciendo la amenaza. Es muy difícil encontrar todas las campañas que alienta el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cuando en los barrios no se traduce en una realidad, ya que algunos centros de salud denuncian que siquiera tienen stock de repelentes, ni de cobertores para bebés. No hay descacharreo, tampoco abastecimiento de insumos para que pueda sobrellevarse el verano sin contagiarse; todo queda en manos de la comunidad cuando las promotoras de salud en conjunto con el personal de las salitas deben salir puerta por puerta a repartir lo poco que hay para evitar la propagación de los mosquitos.
En las villas no sólo nacemos por debajo de la línea de la pobreza, sino que crecemos con las enfermedades propias de la desigualdad. No nos escucharon ayer, ni hace dos meses, ni hace 50 años y siguen ignorándonos cuando decimos que no es casualidad que las Comunas más afectadas sean la 4, 7, y 8; donde están la Villa 21-24, Zavaleta, la ex 1-11-14, Soldati y Villa 20 de Lugano. Cuando no te alcanza para llegar a fin de mes, tampoco tenés un peso para comprar algún tipo de repelente, y así lo sufre Vanesa Urbina, vecina de Villa Fátima, que cuida a su hija de 2 años con lo que puede: “El dengue nos preocupa mucho, sobre todo si no se tiene la plata para comprar los elementos necesarios para prevenirlo o los productos de higiene para mantener todo limpio. A pesar de que intentamos solucionarlo como podemos, cuesta bastante si el Estado no se hace responsable de velar por nuestra salud”.
Siempre es igual, porque la desigualdad la transmite el Gobierno de la Ciudad al no desarrollar un plan integral de prevención. Por eso, de las 98 personas afectadas en lo que va del año, la mayoría son de los mismos barrios que sufren el abandono de todos los días. En 2020 fue el pico más alto, superando los 6.241 récord del 2016: se detectaron 7.241 casos, de los cuales 437 fueron en la 21-24, 406 en Villa 20 y 376 en la ex 1-11-14. Nuestros bolsillos no dan abasto para comprar los artículos que eviten los mosquitos, como explica Ruth Morales, vecina de la Villa 31: “El repelente más económico cuesta casi 150 pesos y tenés que usarlo cada 4 horas”. Todos los años prevalece la misma epidemia porque el Gobierno de la Ciudad no hace su trabajo.
Todos los años lo mismo,
nos siguen picando abajo.