28 febrero, 2021
, TUCUMÁN

SOMOS ESENCIALES PERO NO NOS VEN

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Es incoherente hablar de lo esencial que es nuestra labor de cuidado y alimentación de los barrios, sin hablar de cuánto nos cuesta llevarla a cabo por no contar con todas las herramientas necesarias para asegurarla. Cocinar menús variados y nutritivos, redoblar la cantidad de esfuerzos para conseguir ollas o elementos, son hechos que todos los días nos recuerdan la irresponsabilidad del Estado al dejarnos tan abandonadas y expuestos. Esto nos pasa, día a día, en los siete espacios alimentarios de Tucumán que funcionan de lunes a viernes, y en los cuales se brindan 3.477 raciones de alimento. Entre los esfuerzos cotidianos para ingeniar nuevas comidas, Beatriz Carnero, vecina del B° Vía Diagonal Norte, nos relata el día a día: “A veces no logramos cocinar lo que queremos por falta de utensilios como ollas, cucharones, espumaderas, espátulas, coladores, jarras, baldes, y fuentes grandes. Hay muchas familias pasando hambre y somos nosotras quienes llegamos ahí, cuando es el Estado quien debería hacerlo. Con la falta de respuesta del gobierno de la provincia de Tucumán desde el inicio de la pandemia, aquí nadie puede decir que nos tratan como lo esenciales que sabemos que somos”.

Mientras nos quemamos la cabeza para sacar adelante cada olla, el Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia recibirá 16 mil millones de pesos de Nación durante este año, y aún así no da ningún tipo de respuesta. Patricia Córdoba, vecina del B° La Rinconada, sufre esta impunidad con mucha indignación: “Todos los días estamos buscando soluciones para poder cumplir con las comidas que pensamos hacer. Antes, la escuela de la zona nos prestaba algunos utensilios, pero ahora ya no tenemos esa posibilidad. Usamos una jarra como cucharón, y hasta tuve que inventarme un colador con un tambor de secarropas, lo cual es muy inseguro porque nos hemos quemado fuertemente con ese método. Nos damos maña con lo que hay, pero nos hacen falta muchas cosas para que nos salga todo como lo planificamos cada semana. Queremos concretar los menús que planificamos pensando en la mejor forma de cuidar a nuestras vecinas y vecinos, pero no tenemos recursos ni respuestas de quienes tienen que garantizarlos”.

Cumplimos un rol que no es reconocido, nos organizamos mediante asambleas y por eso nos volvemos un punto de referencia en el barrio, donde no solo resolvemos la comida, sino también muchas otras situaciones que se desprenden del empobrecimiento que viven todas las familias a causa del abandono de tantos años. Mabel Ovejero asegura que en B° San Roque, como en cada villa del país, se repite la misma historia: “El alimento nutritivo es indispensable, más pensando que en muchos casos es la única comida del día. Hay veces que queremos cocinar algo saludable, que aporte más nutrientes para que nuestras vecinas y vecinos tiren todo el día, algo que les haga bien, pero por la falta de equipamiento tenemos que descartarlo. También nos hace falta agregar días de comedor, pero no nos alcanzan los recursos. Da bronca porque el Estado no garantiza el alimento, ni en cantidad, ni en calidad, como tampoco las condiciones de higiene e infraestructura para los lugares donde cocinamos”.

Parecemos, pero no somos magas de la cocina, a veces tenemos que atar con alambre las situaciones para servir platos con cantidad suficiente de comida, que sea rica y nutritiva. Con lo que tenemos: abundante solidaridad, creatividad y voluntad, hacemos esto posible. Pero no podemos seguir con tanta precariedad, conteniendo la angustia de cientos de vecinas y vecinos que llegan desesperados porque no tienen comida y porque les falta el trabajo.

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