Revoloteando entre los deseos, los logros y las conquistas aún pendientes, entre las compañeras, su militancia y sus convicciones. Ahí va, es la comandanta de las mariposas, ¡es Lohana Berkins! Pasaron ya 5 años desde que partió con sus alas abiertas, sin embargo sigue acá presente, incansable en las luchas más necesarias como la Ley de Identidad de Género y la Ley Nacional de Promoción del Acceso Formal Laboral para Personas Trans y Travestis, que llevará su nombre por lo mucho que agitó para que existiera. Como cada 5 de febrero, abrazamos a Lohana haciendo crecer el cupo disidente que desde hace años consensuamos en las cooperativas poderosas; ser trans y travestis en la villa implica vivir doblemente condenadas, por minoría, por migrantes, en la precariedad y en la violencia. Lohana es bandera porque, a pesar del desprecio y la estigmatización, buscó transformar distintos gritos en políticas públicas concretas y nos enseñó que “el amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo”.
Daniela Cáceres tiene 45 años y es vecina del barrio Constitución, en San Rafael, Mendoza. Reconoce en Lohana la fuerza de una referenta que la formó: “Nos sentimos agradecidas y acompañadas por su lucha, nos inspiró a seguir trabajando y dando batalla colectivamente”. Expectante por el tratamiento de la Ley “Diana Sacayán – Lohana Berkins” que se realizará por decreto durante las sesiones extraordinarias, Daniela cuenta que le resulta muy importante esta ley porque “muchas vamos a poder salir de toda la mierda a las que nos condena el Estado por no tener un trabajo digno”.
Desde el barrio Rodrigo Bueno, en Capital Federal, Vanesa Zúñiga también vuela sobre sus alas: “Gracias a ella, varias chicas travestis y trans pudimos hacer el cambio de género; nos enseñó que no tenemos que tener miedo”. Y acá nos ven, estamos plantadas, porque esta ley es una deuda histórica con el colectivo: “Todas nosotras queremos trabajar dignamente y estudiar, necesitamos contar con las mismas posibilidades para hacerlo como chicas travestis y trans, no como hombres”.
Alguna vez, la garganta que no pudieron callar en 2016, nos mostró que “es hora de ser. Ser en nuestros propios términos. Ser atravesadas por todo lo que somos”, y eso la enorgullece a Florencia Azcurraire, cooperativista de la Villa 21-24, «porque es vital que las travas tengamos los derechos por los que peleó Lohana; ayudó a un montón de pibas y sembró libertad, cualquier persona merece un trabajo y es inexplicable lo que nos cuesta a nosotras. Por eso hoy sigue floreciendo».
Acá estamos, compañera,
con el coraje para seguir siendo.