* Por Jesica, torturada y abusada sexualmente por policías de la Seccional N°13 de Córdoba Capital.
Hace días que estoy intentando entender qué pasó. Todavía sigo un poco perdida por toda la violencia que sufrí estos días por parte de la Policía cordobesa. Yo soy del barrio Parque Liceo y el sábado 20 me llamó un vecino contándome que estaban golpeando a mi hermano. Cuando llegué al lugar, les pedía que pararan y en ese instante uno de los efectivos se acercó y me pegó; luego llegaron cinco uniformados más para pegarme. Yo, una mujer. Y ellos, todos varones. En el medio, golpearon también a mi hija de 14 años que estaba ahí solamente diciéndoles que paren.
Cuando ingresé a la Seccional N°13, ubicada en el barrio General Bustos, me esposaron y empezó el infierno. Los recuerdos son muy vívidos. Uno de ellos me hizo agachar y me tiró muy fuerte del pelo, haciéndome doler muchísimo. Desde ahí, esta persona me arrastró por toda la Comisaría, repitiendo “¿Te gusta, putita?” y advirtiéndome que no gritara, dándome la cabeza contra los box de chapa donde guardan sus cosas; como si fuera poco, me sumergió la cara dentro de un recipiente con agua para que yo dejara de gritar. ¡Sentí que me moría!
Pero toda la mierda que viví no se detuvo ahí. Después de llevarme marcha atrás, haciendo que mi cabeza golpeara contra el filo de una puerta, el policía me empujó adentro de una pieza, y en ese lugar me abusó sexualmente. No paró de preguntarme si me gustaba lo que me hacía; y todo el tiempo me mantuvo agachada, con los pelos en la cara para que no le viera el rostro. En ese momento sufrí mucho, pero llena de dolor e impotencia, me enderecé, logré darme vuelta y ver su perfil; pude mirarle la cara. Sentí mucho miedo, como nunca en la vida, y pensé literalmente que me iban a matar, tanto ese policía que me tenía sometida, como los demás que estaban alrededor y no decían nada.
Me dejaron detenida hasta el martes 23 y cuando salí me dediqué a hacer la denuncia en el Polo de la Mujer, donde me brindaron tratamiento psicológico. Ahí también me dieron un botón antipánico que yo no quería recibir, porque tenía plena consciencia de que estaba denunciando a la Policía, y si me pasa algo, que venga un efectivo me da más miedo e inseguridad. De todas formas, me explicaron que tienen una oficina especial y que, lamentablemente, no soy la única chica que denuncia a oficiales. Si bien después me llamaron de Tribunales para brindarme el número de legajo y dijeron que me citarían para la rueda de reconocimiento, sigo esperando la llamada. A diez días de lo que me hicieron, aún no hay ningún policía suspendido ni sancionado, por eso con mi abogada estamos dispuestas a ir hasta las últimas consecuencias.
Hoy me cuesta mucho dormir, no paro de pensar y no entiendo muchas cosas. Intento ser fuerte, sosteniéndome en mis hermanas y mis amigas que están en todo momento. Con ellas, y con toda la gente que me apoya, voy a señalar a los culpables porque no pueden existir más estos casos de abusos, esta tortura ni este maltrato. ¡Exijo saber nombre y apellido de cada policía que me violentó!
Y que se haga justicia.