En Río Gallegos, Santa Cruz, el cansancio físico y mental se perpetúa por la precarización: no hay voluntad que aguante frente a la inestabilidad laboral, los contratos como monotributistas, las extensas jornadas laborales, los turnos dobles, las horas extras impagas y el sueldo mínimo que no rasguña la canasta básica. Así pasó todo el 2020 y este año la situación no cambió. Ante la falta de respuestas, hace 11 días hay una toma pacífica en el Ministerio de Salud y Ambiente.
Marta Morales, enfermera del Hospital Regional de Río Gallegos, sufre el desfinanciamiento del sistema sanitario provincial y cuenta el destrato que padecen: “Atravesamos un año de pandemia con una sobrecarga laboral y con todas las complejidades que trajo. Aun así, dimos lo mejor, por eso hubo muchas personas que hacían más guardias, más jornadas, muchas horas extras; pero nada fue retribuido en el salario de los compañeros”. Es imposible conservar la buena salud en estas condiciones, cuando la sobredemanda ahoga a la provincia que registró 38.587 casos positivos de Covid-19 desde el inicio de la pandemia y 606 fallecidos, de los cuales casi la mitad fueron en la capital. Mientras la precariedad merodea la región, Marta analiza que cada vez se hace más cuesta arriba: “Nos quieren cambiar la forma de planificación de las jornadas laborales; nos quieren imponer una carga horaria efectiva de lunes a lunes, con 18 guardias al mes de 8 horas cada una, ¡sin pagarnos los sábados, domingos y feriados!”.
El Hospital Regional de Río Gallegos es el único de toda la localidad y debe velar por la seguridad de más de 120 mil personas. Claudia García, trabajadora del Hospital Regional, lleva 14 años laburando en el mismo lugar y cuenta cómo se la rebuscan para sobrevivir al mes: “Acá hay alrededor de 280 personas trabajando, contando todo el personal, y hay unos 30 que son monotributistas. Incluso hay compañeros que sólo cobran 25 mil pesos por mes y trabajan 6 horas de lunes a lunes”. Mientras se lleva adelante la paritaria provincial, ya sin esperanzas, Claudia no ve más remedio que gritar contra tanta desatención: “Uno de los pedidos concretos es para que no exploten a nuestros compañeros, porque deben hacer turnos de 12, 14 o 16 horas en muchos casos y con un salario miserable, ¡es inhumano!”.
La precarización también se cobra vidas, más tarde o más temprano.