* Por Marina Candia, mamá de Ignacio Seijas, víctima de la violencia policial por parte de la Comisaría N° 7 de Lomas de Zamora.
El 20 se cumplieron diez meses de que los efectivos de la Comisaría Nº7 de Villa Centenario ingresaron a mi casa para un allanamiento que era en otro domicilio. Además de reducirnos a mí y a mi familia, le dispararon en la cara a mi hijo de 17 años, Ignacio Seijas, con una bala de goma, dejándolo sin un ojo. Hoy seguimos sin justicia por lo que pasó ese 20 de junio del 2020, y mi hijo sigue sufriendo la violencia policial. Hace dos semanas, Ignacio fue a la casa de un amigo, pero éste no estaba y lo atendió su padrastro, con quien tuvo una discusión. Vino un patrullero de la misma comisaría y se lo llevaron.
En la Comisaría Nº7 lo molieron a golpes mientras estaba esposado. Al rato lo dejaron ir, pero, cuando salió, lo siguieron otra vez con un patrullero y le gritaron: “Seijas, contra la pared”. Ignacio intentó explicarles que acababa de salir de la comisaría, pero los policías lo empujaron y le empezaron a pegar. El oficial le dijo “tomatelá, pendejo, andate”, y cuando Ignacio se dio vuelta para irse, le abrieron la cabeza de un culatazo con el arma reglamentaria.
Nacho tiene mucha bronca y dolor. Tenemos que ver con los médicos las consecuencias del golpe, pero lo que más me preocupa es que no está bien, dice que no quiere vivir más, que no va a conseguir trabajo por lo que le pasó. A mí esas palabras, como mamá, me rompen el alma. Ya estaba mal cuando le arrebataron el ojo, con todo lo que le hicieron, imagínense cómo está ahora después de otra agresión tan feroz. Desde que pasó el allanamiento, Nacho no quiso saber nada de la vida; se miraba al espejo y decía que era un monstruo, que nunca iba a conseguir trabajo. Me llevó ocho meses convencerlo para que se pusiera una prótesis. Desde que se la puso se empezó a sentir mejor, a mirarse más en el espejo, volvió a sacarse fotos… Sin embargo, después del golpe que le dieron ahora, tuvo un retroceso gigante. Por eso, como mamá, voy a hacer todo lo posible para que mi hijo salga adelante.
Los policías que detuvieron a Nacho saben quién es, lo llamaban por su nombre, saben lo que le pasó. Es la misma comisaría que escoltó el allanamiento, los mismos que dejaron a Ignacio en el hospital diciendo que era “un chorro más”, cuando mi hijo estaba durmiendo y ellos realizaron el allanamiento en un domicilio que no era. Dos días después de que lo hayan detenido, fuimos a hacer la denuncia a la UFI N°8 de Lomas de Zamora, con el mismo fiscal que lleva la otra causa. Nos pusieron custodia en mi casa y en la del papá de Ignacio, porque no queremos que nos violenten más. En cuanto a la causa del año pasado, el efectivo que le disparó sigue libre, nosotros apelamos y estamos esperando a que haya una audiencia. En la carátula de la causa dice que son “heridas leves”, aunque debería decir “tentativa de homicidio”, pero la jueza Marisa Salvo lo cambió en agosto del 2020 porque el disparo fue con una bala de goma.
¿Cómo no va a ser tentativa de homicidio si a mi hijo le dispararon en el ojo a menos de un metro y medio de distancia? Ignacio está vivo de milagro, atravesando una recuperación muy dura. Y mientras él sigue sufriendo la violencia policial, el oficial que le disparó sigue trabajando con un arma en la cintura.