La miseria no se contrasta solamente con el índice de pobreza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que en el segundo semestre del 2020 alcanzó el 16,5%. La necesidad que padecemos en los barrios populares se mide con la cantidad de ropa que intercambiamos por paquetes de fideos. El hambre siempre termina desembocando en lo mismo: los clubes de trueque.
La comida no alcanza, menos en hogares donde somos familias numerosas. Muchas veces necesitamos el doble de lo que estipula el INDEC con la Canasta Básica Total que hoy llega a 64.026 pesos. Eso es para cinco personas, ¿y para las casas con 10 o más? Con el trueque, Romina Jerez de la Villa 1-11-14 se ahorra unos pesos para estirar el bolsillo: «El aceite y la leche son lo más buscado, incluso son los parámetros para los intercambios. Suelo cambiar un paquete de azúcar por uno de ravioles. En el barrio ya no pensamos en qué comer, sino simplemente en comer. Para mí es imposible gastar más de 2000 pesos sólo en carne cada dos días para cocinar».
Mónica Troncoso, de Villa Fátima, también debe bucear en los grupos de cambio para salvar el día a día: «Tuve que recurrir a esto cuando inició la pandemia y lo hacía a través de mi hermana, porque ella ya conoce la dinámica desde hace mucho tiempo. Cambiamos lo que necesitamos por lo que tenemos, porque no podemos elegir qué comer, ya que un yogurt sale más de 200 pesos y las verduras aumentan constantemente”. Sin dinero para ir al supermercado, hacemos malabares, para sostener las 6.700 raciones diarias que brindamos en nuestros espacios alimentarios de la Ciudad de Buenos Aires.
En todos los barrios padecemos las mismas carencias que nos imposibilitan una alimentación adecuada. En la Villa 31, Alicia Casimiro visualiza un panorama desalentador: «Es la situación económica precaria que nos obliga a intercambiar alimentos. Las mujeres somos las más perjudicadas, porque sostenemos el hogar y tenemos que darles de comer a nuestros hijos, pagar deudas o un alquiler. A veces, cambiar una prenda de ropa por un alimento es la única forma de comer».
La desigualdad se recrudece,
y el hambre no se puede esconder.