En las villas La Esperanza y Los Piletones, al sur de la Ciudad de Buenos Aires, somos 10 mil personas que sobrevivimos al abandono estatal frente a un lago inaugurado en 1940 para aliviar las crecidas del Riachuelo. Tiene 80 años de historia y desde el 2015 no recibe ningún tipo de mantenimiento ni saneamiento, sólo tuvo una reapertura con una limpieza superficial. Desde ese entonces, la actual gestión porteña de Horacio Rodríguez Larreta permite que se acumule basura ahí dentro. No es casualidad, sino causalidad, porque fue construido donde antes yacía un basural. ¿Saben qué sacaron de esas 23 hectáreas que ocupa? ¡230 toneladas de basura y 300 mil ratas!
Después de varios años de reclamos, a través de la mesa de crisis conformada desde el inicio de la pandemia por vecinas y vecinos de Soldati, volvimos a exigir respuestas al GCBA pero no hicieron absolutamente nada. Este problema es una pesadilla que padece Maribel Gayoso, vecina del barrio La Esperanza: “Hicimos muchas denuncias y la Defensoría del Pueblo intercedió. Pero desde el gobierno porteño no nos hacen caso. ¡Incluso tenemos víboras en el lago! Nos dijeron que tenemos que acostumbrarnos a convivir con ellas porque ‘no nos pueden matar’”. Es un peligro para la salud y también acrecenta más los problemas de la cotidianeidad, porque no hay luz en las cercanías ni barreras para evitar el paso; Maribel vive con este miedo permanente a que se pierdan más vidas: “Ya tuvimos un vecino que murió ahogado en el lago; él cayó durante la noche porque no hay iluminación ni prevención”.
¿Y ahora? ¿Dónde están los responsables políticos cuando ya no hay nada que inaugurar? Cada vez es más inalcanzable el adquirir cualquier elemento que nos ayude a enfrentar todas las plagas que se reproducen en el lago. Esta situación pica, nos enferma de abandono como a Rosario Amarilla: “Siendo una persona discapacitada, viviendo sola, tengo que aguantar que las ratas se coman la poca mercadería que tengo. Ya el veneno no les hace nada, ni cosquillas”. Por otra parte, Ana Spínola, que curte esos suelos hace 16 años, convive con las inundaciones, que resulta otro inconveniente con el cual debe lidiar: “Cuando sube el nivel del agua, se revientan los desagües porque desagota todo en el lago. Cuando llueve nos mata, ¡no podemos salir!”.
Lo que podría ser un espejo transparente de más de 700 metros de largo, en verdad refleja amargura y negligencia del gobierno de la Ciudad; las orillas son depósitos de mosquitos, cucarachas, roedores y es muy común ver animales muertos flotando. Acá vivimos, con el olor a mierda al que nunca nos vamos a acostumbrar, ¿cuánto creen que se pueden soportar estas condiciones?
En este lago sólo crecen enfermedades,
por eso nos urgen las soluciones.