* Por Gladys Colina, responsable de la casa alimentación “El Legado de Chávez” del urbanismo Macarao.
Nuestro país aún se ve afectado por el bloqueo económico, lo cual complica las posibilidades de adquirir alimentos para el abastecimiento de las casas de alimentación y los CLAPS, a través de convenios con países aliados. A Venezuela le imponen trabas burocráticas en el comercio internacional, legales u otras alcabalas para el libre tránsito de los productos. Ante este panorama, el Estado mantiene el apoyo para sostener los comedores populares como un paliativo importante contra el hambre en nuestras barriadas populares. La canasta básica es costosa y el salario del trabajador quedó pulverizado por medio de un dólar criminal especulativo.
Con la convicción de garantizar la alimentación de nuestro barrio, el 10 de agosto de 2017 inauguramos la casa de alimentación “El Legado de Chávez”. Esto surgió posterior a la reunión que hubo entre todos los voceros de los cinco consejos comunales con Fundaproal, responsable de traernos el alimento y el programa de nutrición a las casas de alimentación. En primer lugar, censamos a las personas adultas mayores, las mujeres embarazadas y a las personas en situación de calle. Así, desde aquel día, compartimos el almuerzo con más de 200 personas.
A raíz de la pandemia, debimos realizar bastantes cambios ya que aumentó la necesidad y la demanda de cupos. No podemos permitir que una persona pase el día sin comer; por eso, y a pesar de nuestras limitaciones, nos las ingeniamos para alimentar a quienes se acercan. También perdimos el espacio de contención que representaba el comedor para la comunidad. Antes de la pandemia, las personas hablaban, compartían y se reían mientras esperaban su alimentación. En cambio, ahora las personas traen las loncheras plásticas entre las seis y las nueve de la mañana, para llevarse la comida. Perdimos esa interacción, pero sabemos que nuestra responsabilidad es el cuidado entre la comunidad.
Aquí, en el comedor “El Legado de Chávez”, comenzamos muy temprano a trabajar en el almuerzo. Las cuatro compañeras que formamos parte del espacio laburamos de forma colectiva, apoyándonos antes las dificultades que nos plantea nuestra labor. Sin embargo, lamentamos hacer nuestras tareas con la cocina deteriorada y la falta de gas directo. Para llenar nuestras ollas debemos conseguir legumbres, hortalizas, ajíes y otros alimentos mediante canje. Lo que más nos hace falta hoy son aliños, aceite, sal, cucharones, colador, paletas y viandas.
Poco a poco hemos ido ayudando a nuestra comunidad, organizándonos, dando la comida a abuelas, niños, adolescentes. Desde aquí, seguiremos en la lucha, entre todas y todos, por la alimentación de nuestro barrio.
A los enemigos del pueblo, les decimos: ¡Con el hambre no se juega!