* Por Carolina Colman, vecina de La Veredita, Soldati.
Era muy joven cuando tuve que tomar la decisión más difícil de mi vida. Mi padre era muy agresivo cuando tomaba alcohol; después de muchas situaciones de violencia en casa, donde vivíamos con mis hermanos, tuve que irme. Y no, no fui a un mejor lugar. Termine en situación de calle porque en ningún lugar encontré la ayuda necesaria, me pedían requisitos que no pude cumplir. Entonces, no me quedó otra alternativa que salir a cartonear con el carro para poder darle de comer a mis hijos día a día. ¡Fue tan difícil! Atravesamos días de hambre, y no sabía qué hacer en los crueles inviernos durante las noches de frío. Me sentía desprotegida y vulnerada, y hasta me consumieron la angustia y el llanto porque me preocupaba el destino de mis hijos al criarse en la calle.
Un día, una amiga me comentó que estaba en un predio vacío, así que fui con ella y planté unos palos con alfombras e hice un lugar para mis chiquititos. Estuvimos acá, peleándola para que tengamos un techo. No pude ir a un refugio porque sólo hay dos para mujeres en toda la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tienen muchísima demanda y están en terribles condiciones. Lamentablemente, es la cruda realidad: no existen subsidios habitacionales para mujeres en situación de violencia y, como si fuera poco, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires destina $275 por mujer al año. ¡Una barbaridad! Somos las que más corremos peligro y deberían existir otras alternativas que protejan a las mujeres para que no se vean obligadas a abandonar sus casas por violencia de género.
Desde hace ya 17 años vivo en La Veredita, un asentamiento instalado en una vereda de Soldati que no cuenta con los servicios básicos, como por ejemplo el agua, que llega sólo una vez por semana en un camión. Tuve la suerte de recibir ayuda, y de sobrevivir, pero no fue así para Karen ni Violeta, que fueron asesinadas recientemente viviendo en calle. Pienso que si ellas hubieran tenido un techo, si hubieran existido políticas públicas de contención, hoy estarían vivas.
La situación de abandono y vulnerabilidad que se vive ahora es doble: la pandemia aumenta el riesgo de la gente en situación de calle, más aún en medio de una segunda ola de contagios. Por esto, a las y los políticos que cobran un salario para atender estos casos les quiero pedir que miren eso que no quieren ver, ¡hay muchísima gente vulnerada que necesita asistencia habitacional urgente! Por favor, escuchen a todas las mujeres y disidencias que quedaron o están pronto a quedarse en la calle debido a la violencia que sufren.
Están en sus manos los presupuestos y las herramientas, que no las tienen al pedo.
Nosotras sólo tenemos miedo.