A la derecha del Río Paraná se encuentra el barrio Camino Muerto, ubicado en la localidad de Granadero Baigorria, donde vivimos aproximadamente 350 familias. No sólo no tenemos acceso a la red de agua potable, sino que ni siquiera estamos en el mapa de servicios de Aguas Santafesinas. ¡Pero el barro rebalsa cada vez que llueve! Nuestras calles se vuelven intransitables y, por esto, en febrero le dejamos el reclamo a la Secretaría de Obras Públicas y aún no tenemos una solución. Rocío Requena ya está resignada, lamentablemente: “Hoy tengo a mi mamá internada, y cuando se recupere sé que no va a poder volver al barrio porque ante una emergencia es imposible sacarla un día de lluvia”.
En un contexto de aislamiento, en plena crisis económica y sanitaria, las problemáticas que atravesamos cotidianamente hacen todo cuesta arriba. Como el hambre sigue siendo un problema, las vecinas como Verónica Requena, cocinera del comedor, se la rebuscan para seguir adelante: “Hasta hace dos meses cocinábamos a leña, pero hoy contamos con un mechero y una garrafa. Nos la ingeniamos para que nadie se quede sin comer”. Nos seguimos organizando, porque también nos falta gas natural para calefaccionar nuestros hogares en este otoño donde el frío ya se siente en los huesos.
¿Luz? Ni noticias. Cada vez que baja el sol, nuestro barrio queda prácticamente a oscuras. Rocío pone énfasis en que el poco alumbrado que hay es muy peligroso: “Siempre que hace frío, hay cables que se queman y las gotas del plástico caen arriba de las casas cubiertas con nylon. Si la Secretaría de Obras Públicas no arregla esto, pronto sucederá una desgracia que se podría haber evitado».
Nuestro barrio no está muerto,
está abandonado.