Tuvimos un año en el que sobrevivimos como pudimos entre el hacinamiento y la falta de servicios básicos. Sin embargo, no hay protocolo que sirva cuando no tenés nada, ni una casa a la que volver y la calle es el lugar donde tenés que vivir. En Ushuaia, Tierra del Fuego, seguimos haciéndole frente a la pandemia y la crisis habitacional. ¿Cómo hacés para decidir entre comprar la comida o pagar los 20.000 pesos de alquiler por un monoambiente? ¿Y cuando el precio llega a los 30.000?
Nos faltan casas para habitar en la ciudad, porque la Municipalidad desmantela las construcciones de madera y chapa que podemos levantar. Esto padeció Gisela Martinez, quien tuvo que construir su casilla en La Cima con lo que tenía a mano para protegerse de la pandemia, después de que dejó el alquiler por los precios que ya no podía pagar. Aún así, la Municipalidad quiso desarmar su hogar el 19 de febrero y casi la dejan en la calle con su hija de cinco años. Gracias a la intervención de las y los vecinos logró conservar su hogar porque no tuvo otra alternativa; y desde allí, junto a su niña, tendrán que atravesar el frío polar del invierno, ¡con temperaturas que alcanzan hasta 20 grados bajo cero!
En la provincia, la pobreza alcanza casi al 40% de la población, mientras que la desocupación llega al 13%. Entonces, ¡pucha que cuesta tener una casa propia o alquilarla! Por eso el 31 de marzo se plantó una carpa durante 35 horas para reclamar el derecho de la vivienda digna, haciéndole frente a la indiferencia estatal que durante una década desoyó este pedido. “Junto con toda mi familia estamos en un albergue transitorio porque no tenemos donde vivir y estamos en situación de calle. No fue por ‘bondad’ del gobierno provincial, sino porque conseguimos este espacio después de plantar una carpa frente a la Casa de Gobierno. Pero solo es un paliativo”, explica Lesli Martí, que sigue de pie a pesar de que lidia con precios que la excluyen más y más: “Hace poco consulté por un alquiler, ¡y me pedían un ingreso familiar de 150 mil pesos! El Gobierno provincial y el Municipio deberían hacerse cargo e invertir en construcciones de viviendas, pero no lo hacen”. No hay salida alguna: la gestión de Walter Vuoto avala desalojos violentos mientras que no otorga permisos para construir en lugares no urbanizados.
¿Quedarse en casa haciendo cuarentena? ¿Cuidarnos comunitariamente? No podemos, si desde los organismos gubernamentales ni siquiera responden los teléfonos como relata Lesli: “Diálogo hay muy poco. Después del acampe pasaron varias semanas y nadie respondía. Tuvimos una reunión con el Instituto Provincial de Vivienda y simplemente nos dijeron que ‘no hay viviendas’. Y nunca más tuvimos noticias, mucho menos soluciones”.
La crisis habitacional es un problema a combatir,
aunque no quieran admitirlo, la calle no es un lugar para vivir.