Según la OMS, casi medio planeta recurre al fuego para cocinar y calefaccionarse, por eso anualmente mueren más de cuatro millones de personas en el mundo por enfermedades relacionadas con la inhalación de monóxido de carbono. Sin ir más lejos, en el Bosco III, Santiago del Estero, Alejandra vive con sus 5 hijos en un ranchito que no tiene gas ni cocina; sólo entra un colchón de dos plazas y una cucheta, entonces duermen dos personas en cada cama. Usan frazadas para que no pase el frío por la puerta, y los carbones de un bracero calientan a la familia, al mismo tiempo que la amenaza.
Ojo, no vayan a pensar que el problema es el frío. La ausencia de la red de gas afecta también a todas nuestras Casas de las Mujeres y las Disidencias, y a muchísimos comedores que deben cocinar con leña, atendiendo que el precio es muy fluctuante depende la zona: el kilo sale $10 en Santo Tomé, Santa Fe, y $150 en Salta, y en promedio se necesita una tonelada por mes. Claro, sin contar el peligro que representa para tantísimas familias: en Barrio San Martín, Paraná, Entre Ríos, muchas casas no tienen pisos y las paredes son de madera cubiertas con nylon, lo que aumenta el riesgo de incendios.
Cada invierno,
un nuevo infierno.