* Por Celina Sanabria, vecina de la Villa 21-24 a quien se le incendió la casa por un cortocircuito.
El invierno es terrible en mi barrio, estamos sufriendo mucho porque hace un frío impresionante y la luz se corta a cada rato: ¡cuatro veces en una semana! Este tiempo de cortes, de tener que arreglarnos con velas, me hace acordar a la terrible situación que pasamos el año pasado cuando se incendió mi casa y perdí todo. Todo esto se pudo haber evitado si el Estado se hubiera hecho cargo de la realidad de la villa.
Ese día estaba en una clase virtual de Enfermería; mis compañeros me dijeron que mirara para atrás y ahí vi la tele encendiéndose por un cortocircuito con un cable. Nunca en mi vida pasé algo tan duro, mi hija más chica estaba durmiendo ahí. En pocos minutos nos quedamos sin nada; todo el sacrificio de los últimos tres años construyendo mi hogar, había desaparecido. Esa piecita en la que vivía, al lado de la Casa de la Cultura, me la prestó un compañero de trabajo porque no tenía cómo pagar el alquiler. Yo trabajaba 12 horas; como pude, comencé a comprar muebles y electrodomésticos para poder vivir mejor junto a mis tres hijas.
Un vecino fue quien llamó a los bomberos y después se acercaron todos. Nadie pudo hacer nada porque el fuego avanzó muy rápido debido al tamaño de la pieza. Mi salvación, en medio de todo el caos, fueron las vecinas: nos trajeron ropa, frazadas, colchones, cables, pintura y hasta me arreglaron la parte eléctrica. Anteriormente había reclamado las pérdidas ante la Unidad de Gestión de Intervención Social (UGIS), pero sólo trajeron colchones. Se me vino el mundo encima, salí adelante gracias al barrio y nunca me voy a olvidar de eso.
La Justicia le ordenó al Gobierno de la Ciudad hace 10 años que solucionara el riesgo eléctrico y arreglara los tendidos precarios del barrio, pero nunca hizo nada; los pocos arreglos que realizaron en viviendas están parados por la pandemia. Sobrevivimos a pesar de esta desidia; eso recuerdo cada noche cuando llego de trabajar y tengo que lavar ropa porque aún no pude comprarme algunos electrodomésticos. Cada mañana, cuando voy a laburar, mis hijas se quedan en la casa con miedo de que vuelva a ocurrir un incendio como el invierno pasado y la pasan muy mal.
Un año después,
seguimos viviendo igual.