Asomándose de reojo, con la mirada llena de preguntas y cristales, Julio Cortázar nació hace 107 años para mostrarnos una ventanita por donde escapar de todos los males. Sin trabas, sin muchas complejidades, fue artesano de una abertura que convirtió el mundo injusto en un universo mágico. Por eso corremos el vidrio y nos encauzamos en el viaje, ese de mirar la vida con sus ojos, sin pagar peaje, a fuerza viva de nuestra imaginación. Y ahí nos damos cuenta: la realidad se parece a la ficción. ¿Habrá sido esa la enseñanza que nos ha dejado? ¿Este reflejo de mirar para el costado? ¿Este respeto por las historias de quienes tenemos al lado? Lo leemos, lo encontramos, y seguimos deslumbradas y entusiasmados, jugando con nuestra imaginación dentro y fuera.
La literatura, como el pan,
debería ser para cualquiera.