Un desastre naturalizado, no natural. Quemaron pastizales y ahora se prenden las alarmas de las barriadas del centro y litoral del país: en este instante, el río Paraná sufre su peor bajante en la historia. El caudal de agua disminuyó un promedio de 40% en relación al último cuarto de siglo, y siete provincias estamos afectadas. Misiones, Formosa, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires vivimos una desesperación aguda, de esas que no se quitan ni cuando nos vamos a dormir.
¿Y ahora? En medio de esta crisis hídrica, las y los vecinos que vivimos de la pesca y cada ladrillero que necesita el agua del río para el proceso de elaboración, estamos sin laburo. La sequía económica en el barrio La Tosquera, Corrientes, está partiendo la tierra, y lo padece cualquier vecino como Jonatan: «El río bajó de ayer a hoy casi diez metros más, y esto nos trae muchos problemas. Soy ladrillero y, generalmente, voy al río con tachos de 200 litros para sacar el agua. Ahora ya no puedo porque el caudal de agua está muy bajo. Al no poder elaborar ladrillos, salgo a la calle para juntar carne o reciclar verduras».
Transpiramos angustia cuando vemos la imagen árida y deteriorada de un río que en el invierno pasado tuvo una altura de 3,25 metros en Corrientes. Los datos relevados por el Instituto Nacional de Agua confirmaron que, ahí mismo, la altura actual es de 0,20 metros. Estela Pacheco, del barrio Río Paraná de Corrientes, ve cómo la bajante arrastra a la comunidad: «Miro el río y me da muchísima tristeza, ¡nunca lo vi tan seco! Frente a mi casa pasan los pescadores, que debieron buscar otra salida y ahora se dedican a vender arena que trasladan en carritos».
La Emergencia Hídrica en el país está declarada por decreto nacional desde el 26 de julio, pero en los barrios populares hace tiempo que el servicio del agua potable no es un derecho. Fabiana Pérez, de La Tosquera, lo detalla: «A veces no tenemos agua durante días. Yo estoy a 200 metros del río y tengo que buscar en bidones para lavar y limpiar mi casa. El agua en nuestro barrio no es apta para consumir, tiene olor a estancado y un color rojizo, pero hay vecinas y vecinos que la hierven para tomarla. Este panorama es terrible».
Mientras se intentan poner los recursos para parchar este problema, así estamos: sobreviviendo a la falta de trabajo e inventándonos el plato de comida del día.
Está en juego el medioambiente,
y nuestra economía.