17 agosto, 2021
, CARLA RIVAS

“HACE CUATRO AÑOS ESPERÁBAMOS ESTA CONDENA“

Carla Rivas

La Justicia santafesina condenó hoy a Juan Eduardo Bovino a prisión perpetua por el femicidio de Carla Rivas, ocurrido el 1° de diciembre de 2017. Ese día, Carla, de 33 años, se encontraba durmiendo la siesta en su casa de Barrio Chalet junto a sus tres hijos; Bovino llegó en moto junto con su pareja Alejandra, entró violentamente, la golpeó, roció todo el lugar con nafta, prendió fuego y se escapó. Carla quedó atrapada en su habitación, y no la pudieron salvar: “Sálvense ustedes”, le gritaba a sus hijos. Los dos mayores se escaparon por sus propios medios y el menor fue rescatado por un vecino, que rompió una puerta para sacarlo.

Carla tenía un retraso madurativo, y vivía en Chalet desde los 10 años. “Era una excelente persona, siempre dispuesta a ayudar a la gente”, cuenta Dora, su madre, que trabaja en el Comedor Comunitario Ester Ursini, ubicado en el barrio. Su hija sufría violencia de género, y Bovino había llegado a privarla de su libertad durante tres días en una vivienda en Recreo, en las afueras de Santa Fe. El concubino de Carla declaró ante la Justicia que Bovino la había golpeado por su negativa a ejercer la prostitución.

El proceso judicial estuvo plagado de irregularidades. “Estuvieron un montón de tiempo para agarrarlo”, relata Dora, “a pesar de que mis hijos lo habían visto y sabían quién era, porque en el barrio lo conocíamos. Los chicos se lo seguían cruzando, pero la fiscal nos decía que la hipótesis que manejaban era que estaba en Rosario. Al final lo encontraron en barrio Centenario, al lado de Chalet”. Finalmente lo detuvieron, pero cuando lo llevaron a Tribunales para hacer la rueda de reconocimiento, se escapó por un ventiluz, en un lugar repleto de policías. “Tardaron dos meses más para volver a encontrarlo, con el peligro que eso significaba para los chicos”.

Fue la lucha colectiva la que empujó a la Justicia a moverse. En febrero de 2020 se logró que la imputación se amplíe a la carátula de violencia de género, que hasta ese momento no había sido considerada. Y hoy, finalmente, se obtuvo una condena ejemplar para un hecho aberrante: la prisión perpetua. Pero la lucha continúa, porque esta sentencia no alcanza para correr el velo de todo el entramado de violencias que sufrimos las mujeres empobrecidas, en el cual los femicidas son sólo el último eslabón. “Las mujeres pobres no le importamos a nadie”, denuncia Dora. “A mí no me van a devolver a mi hija ni le van a devolver la madre a sus chicos. Hoy puedo dormir un poco más tranquila, porque hace cuatro años esperábamos esta condena, pero tenemos que seguir gritando para que las mujeres empobrecidas como Carla sean escuchadas y no haya ni una víctima más”.