Pasa la lluvia y no pasa nada; el agua potable no corre en las villas y los responsables políticos se lavan las manos, ¡pero acá no podemos! Entre la mierda que desborda de las cloacas, las filtraciones de las chapas y el silencio que nos ahoga, queda la impotencia. El Estado debería garantizar el derecho básico y fundamental de acceso a una vivienda digna, pero en la casa de cualquier familia de nuestros barrios, las consecuencias de la falta de urbanización se ven claramente.
Que lo importante
no tape lo urgente.
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