Para muchas de nosotras, amamantar es el primer encuentro con nuestro bebé; acá, la maternidad muchas veces comienza en la adolescencia, y se dificulta aún más por la falta de trabajo, el hambre y la imposibilidad para estudiar. Por eso, en la Semana Mundial de la Lactancia, más que nunca, nos nutrimos gota a gota del alimento más necesario para ejercer esta práctica: la información. Durante la pandemia, aunque fue jodido, generamos espacios de formación para evitar los maltratos que sufrimos por la falta de conocimientos; así derribamos el famoso mito de que “se nace sabiendo ser madre”.
Compartiendo experiencias, nos sacamos los temores desde nuestros espacios de salud en talleres de Lactancia, de los cuales participan vecinas como Mayra Sequeira de Villa Cordobita, Tandil: “La lactancia para mí es un vínculo único que hay entre madre e hija. Es el momento en que ambas nos relajamos para conectarnos». En el barrio vivimos distintas situaciones, y es importante escucharnos para aprender de la otra, como cuenta Marta Gómez, del barrio Constitución de San Rafael, que también fue víctima del maltrato: «Yo no tenía formado el pezón, y mi hija tomaba la leche con sangre. Sufríamos mucho las dos: yo estaba frustrada por tener los pechos llenos y lastimados, mientras ella lloraba y tenía hambre. Me tuve que comprar una pesonera, que es carísima. Cuando volví por los controles de mi hija, me retaron porque debía volver antes para sacarme los puntos, pero yo no sabía que la nena me había desgarrado».
El Plan de los 1000 días es una ley anunciada en el pasado diciembre que, si bien está pensada para acompañar el acceso a la lactancia a las personas gestantes durante los primeros tres años desde el parto, no está reglamentada, entonces todavía no contamos con ese apoyo fundamental, sabiendo que nos resulta imposible pagar la leche de fórmula alrededor de 4 mil pesos por mes. En las rondas también nos ayudamos a conseguir los recursos que nos faltan en este momento esencial para el desarrollo de las y los pibes. A Cinthia Meza, vecina del barrio Bajo La Tosquera en Corrientes, se le hizo cuesta arriba por la falta de dinero: «Al no poder amamantar, fue muy difícil sostener el gasto de la leche líquida de fórmula que salía $170 cada una; debía usar, al menos, cuatro por día. A los cuatro meses le tuve que dar leche en polvo, porque no tenía la plata para comprar lo necesario”.
La gestión de la lactancia es un tema que hay que poner en la agenda, pero hasta que eso suceda, nos sostenemos entre nosotras, codo a codo en cada barriada.
La información y el acompañamiento son vitales,
para una lactancia respetada.