Hace 8 años, una de las 105 balas disparadas en las tres horas que duró el tiroteo auspiciado por la Prefectura y su zona liberada, atravesó la pared de la casa de Kevin y le dio a él, que estaba escondido debajo de la mesa. Esa bala, una de las tantas que caen siempre de este lado de la línea de la pobreza, nos arrancó a un pibito maravilloso, bondadoso, poderoso, que con su sonrisa sigue iluminado a todo Zavaleta. Esa bala, que nos quitó tanto, al Estado no le costó nada: $12.500 fue la multa que le aplicaron al prefecto Daniel Stofd, que ignoró nueve llamados al 911 y negó que existieran detonaciones en el lugar.
Hoy, como siempre, Kevin vuelve a brillar.
Y gracias a estas madrazas,
nunca nos van a callar.
