Hace un siglo nacía en Brasil el faro de nuestros talleres de formación, bachilleratos populares y cada espacio comunitario donde acordamos no callarnos para transformar la realidad. En memoria de Paulo Freire, tomamos nota de las enseñanzas que corren por las venas de la región, para conocer las resistencias que forman nuestra ronda.
Juan Pablo Sejas forma parte del Centro San Isidro, en el barrio Andrés Ibáñez de Santa Cruz, Bolivia; hace 16 años labura con juventudes empobrecidas a través del deporte y la cultura. Pasaron 115 mil chicas y chicos por esta iniciativa que entiende a la pedagogía como parte esencial para el desarrollo: “Potenciamos la capacidad creativa teniendo en cuenta el entorno social, las tradiciones y las raíces. Un pueblo sin educación es aquel que hipoteca el destino de sus niñas y niños”.
Cuesta arriba de los Andes, Rosita Durán nos acercó su experiencia en nuestro comedor Micaela Bastidas, en Lima, Perú, donde también funciona el nodo digital y apoyo escolar: “Este espacio educativo es muy importante porque suele no haber internet en los celulares”. Articulamos con personalidades locales como la cantante afroperuana Susana Baca, quien puso su garganta: “Es importante hacer, para mejorar estos tiempos difíciles. Niñas y niños deberían tener las puertas abiertas a los avances tecnológicos”.
En México, Oscar Vargas asegura que surgió “la necesidad de articular entre organizaciones desde la educación popular”. La empresa química estadounidense The Chemours Company es una de las que amenazan los territorios, pero el pueblo no se rinde. Carmen González Campos, activista de la zona, cuenta que aprendieron de autosustentabilidad y diferentes maneras de vivir: “La nacionalidad es la misma, pero la cultura y las costumbres marcan una diferencia que hay que integrar. Debemos crear conciencia ecológica y trabajar con la juventud”.
El legado de Freire nos sigue enseñando y así sostenemos el objetivo de compartir saberes con ese compromiso que también es nuestro.
Muchas gracias,
maestro.