Un domingo de 2011, el villero más grande de la historia nos abrió las puertas de su casa. Cuando le preguntamos por qué nos recibía, sabiendo que éramos una manga de villeros, nos contestó «por eso». Un jueves, 10 años después, lo sentimos acá, y qué bien nos hace recordar ese encuentro que aún llevamos marcado a fuego. Gracias «por eso», Diego.
* “Haber nacido y crecido en Fiorito me dio un plus importante a la hora de ser futbolista, porque jugando en la villa te late más fuerte el corazón. Ahí, cuando jugás, estás pensando en regalarle la casa a tu vieja, en dejar de estar apretados con la comida o en que tu viejo pueda dejar de laburar y de levantarse a las 4 de la mañana”.
* “A mí, a los 15 años, me tiraron en una conferencia de prensa, recién llegado de Fiorito. Me empujaron, caí arriba de una silla y dije hola. ‘Se dice buenas noches’, me corrigieron. Y desde entonces, me quisieron subestimar. Por eso, uno se tiene que rebelar, como yo me he rebelado ante muchos, porque los villeros somos rebeldes”.
* “Siempre viví en un barrio privado: privado de agua, de pan, de carne. El baño lo teníamos a 50 metros. Cloacas, ni hablar. Y en cuanto a la luz, teníamos un sol de noche. Cuando empezaron a meter la luz en el barrio, nos colgábamos, porque si mi viejo pagaba la electricidad, no morfábamos”.
* “El principal problema con las drogas es que no hay un modelo de contención para los adictos. ¡Que se hagan veinte clínicas de rehabilitación, hermano! Y que descubran de una vez los laboratorios donde la fabrican”.
* “Yo soy y seré villero toda mi vida, porque nadie me va a sacar la villa de la cabeza ni del corazón. Como ustedes, yo sueño con la igualdad, para que no haya chicos desnutridos, para que nadie deba andar mendigando y para que se creen puestos de trabajo; ese es mi sueño”.