25 noviembre, 2021
, #25N

IMAGINARIO COLECTIVO

 

Imaginate que hoy dijiste “éste es el último golpe que recibo”. Imaginate que a esta hora, decidiste no tolerar más que te griten “no servís para nada”. ¿Te lo imaginás? Que hoy mires a tus hijas y esa imagen te genere la urgente necesidad de salir corriendo de tu casa, donde tantas veces te minimizaron, te hicieron sentir tan pero tan chiquita, que te olvidaste de tu enorme fuerza. Imaginate que, por fin, tuviste una sensación que te invadió; que vos y tus pibes merecen una vida mejor. Pero no sabés qué hacer, porque laburás limpiando casas ajenas y cobrás dos mangos, no sabés cómo liberarte porque tu casa, tu familia y vos dependen económicamente de él.

Entonces, otra vez, imaginate que agarrás una bolsita y metés impulsivamente el calzado de los chiquitos, las camperas, los medicamentos, una muda de ropa tuya; les agarrás las manitos y abrís la puerta. Se van con lo puesto. ¡Imaginate! No sabés para dónde disparar, porque atrás queda el violento y todos sus vínculos que están en el mismo barrio. Sabés bien, vos sabés, que va a seguir rondando. Entonces te vas, caminás hacia el organismo que debe ayudarte, siempre con los nenes y las nenas de la mano. Ahora, imaginate un lugar específico: por ejemplo Ushuaia, Tierra del Fuego. Llegás y pedís ayuda, porque necesitás un lugar donde dormir esta noche, y las que vienen. Te encontrás con que existe un subsidio para alquileres, ¡pero justo ahora no tienen presupuesto! No entendés qué pasa, qué hacer, a dónde ir. ¿Te lo imaginás?

Andate a otro lado, suponé que estás en CABA. Sos la misma, desamparada, y te encontrás con que hay sólo un refugio para víctimas de violencia de género que admite mujeres siempre y cuando hayas hecho la denuncia o te derive la Oficina de Violencia Doméstica. Imaginate la puntada en el pecho que sentís, porque te dicen que solamente pueden ingresar niñas y niños menores a 11 años y alguno de tus pibes tienen más edad. ¿Qué carajo hacés? Nosotras tampoco sabemos. Ahora sos la misma persona que decidió irse, pero estás luchando por tu vida en Córdoba, ahí donde la única ayuda económica para un alquiler es de $8500 que no llegan a cubrir ni la mitad del costo promedio. ¿Cómo mierda te arreglás?

Imaginate que, como te llames, Ana, Claudia, María, Romina o Soledad, un día decidiste presionar el botón antipánico y la Policía tardó varias horas en llegar, porque a tu barrio “no quieren entrar”. Sos una negra de la Villa 31 que acudió al “punto violeta” para denunciar la violencia, y te atiende un varón que te deriva a una asistencia virtual, a través de mensajes o videollamadas. ¿No te parece una locura? Te duele el cuerpo, te angustia qué van a comer los pibes, dónde van a vivir, cómo vas a hacer para mandarlos a la escuela en medio de tanto trámite, te preguntás por qué sufrís todo esto. Imaginate entonces que te resuenan las voces de tus amigas, vecinas y compañeras. Sí, esas que de vez en cuando cuidaban a tus hijas más chicas, esas que te alientan a que termines la secundaria, que te invitan a talleres, que te comparten sus historias en mateadas. Ahí, justito ahí, imaginate un sostén.

Imaginate el peor escenario, crealo en tu cabeza: estás frente a la falta de respuestas de quienes tienen la responsabilidad de gestionar una ayuda para el alquiler, un lugar para refugiarse junto con tus hijos. Siempre, pero siempre, están ellas. Imaginate lo que quieras, pero bajo ningún punto de vista imagines que estás sola. Porque estamos nosotras. Porque cuando abrís esa puerta, hay una salida, que es con las redes afectivas, comunitarias y colectivas.

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