26 noviembre, 2021
, Feminismo Villero

LA DESIGUALDAD DE CADA DÍA

Te levantás a las 6 y media de la mañana. Ponés la pava, planchás los guardapolvos de tus hijos y acomodás todo para llevarlos a la escuela. A la vuelta te ponés a limpiar la casa, o salís a trabajar, mientras pensás en los malabares que vas a tener que hacer para garantizarles la comida a los chicos. Al mediodía los vas a buscar a la escuela y preparás el almuerzo. Después de darle de comer a tus hijos, vas al comedor comunitario y cocinás para todo un barrio, aunque no ves un peso por ese laburo. Después seguís trabajando, haciendo alguna changa, acompañando casos de violencia de género en la Casa de las Mujeres y Disidencias o atendiendo a tus vecinos en la posta de salud. Se hace de noche, pero tu día no terminó: revisás la alacena y juntás sobras para prepararle algo a los pibes antes de que se acuesten. Para vos no alcanza, pero no importa, con unos mates te arreglás. Prendés la tele y escuchás que en las villas son todos vagos, que son todas planeras, que falta cultura del trabajo. Te vas a dormir, agotada, sabiendo que alguna urgencia te puede sacar de la cama: mañana será otro día, igual al de hoy.
En las villas no paramos de trabajar. Al laburo, formal o informal, se le suman el trabajo doméstico, el comunitario y las tareas de crianza: le decimos triple jornada, pero podría ser cuádruple o quíntuple. Las mujeres realizamos el 75% del trabajo doméstico y de crianza en Argentina. Todo este laburo no está reconocido, mucho menos remunerado. ¿El resultado? La enorme brecha salarial entre mujeres y varones, que hoy en Argentina supera el 30%: del 10% de las personas más empobrecidas del país, siete de cada diez somos mujeres.
Esta pequeña muestra basta para entender el día a día en nuestro barrio, poniendo el lomo sin recibir un salario.

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