20 diciembre, 2021
, DICIEMBRE 2001

20 AÑOS LA MISMA LUCHA

En 2001, Rita Pérez se quedó en la calle con su hija, que tenía 4 años. Vivían en Santiago del Estero, y ella, madre soltera, no tenía comida ni plata para pagar el alquiler. No había trabajo por ningún lado: para las mujeres empobrecidas, cada día era más difícil que el anterior. Durante casi un mes durmió en una plaza, hasta que consiguió un lugar para vivir en el barrio Bosco II, un asentamiento sin luz ni agua. Ahí, junto a sus vecinas, se empezó a organizar para salir a buscar agua y comida en los restaurantes, en los supermercados, en los tachos de basura. A la mañana, llevaba a su hija al jardín a pie, porque no tenía plata para el boleto. Así empezaba la escolaridad de su hijita: caminando sin nada en el estómago, con un delantal hecho con trapos viejos, con un bolsito fabricado a mano, sin útiles en su interior. Todo el barrio estaba lleno de Ritas. Madres solteras, empobrecidas, sin trabajo, muchas analfabetas. Los pibes del barrio cenaban papa o zapallo hervido, y durante el día tomaban una mamadera de agua con azúcar. Entre tanta miseria y necesidad, empezaban a brotar las primeras ollas populares, que pronto empezaron a verse por todos lados. Al frente, siempre, las mujeres. Pasaron 20 años, pero muchas cosas siguen igual en el Bosco II. Sigue habiendo ollas, sigue habiendo Ritas, sigue faltando el agua y la luz. También hay vecinas luchando, al pie del cañón. Ellas nunca se fueron.
Neli Vargas conoce las ollas del Comedor Evita, en Zavaleta, como la palma de su mano. Hace 20 años, ya empuñaba el cucharón para revolver el dolor de la crisis y transformarlo en un plato de comida caliente. Se acuerda muy bien del 2001: un día las cosas tenían un precio, y al otro día valían el doble. En ese contexto, era muy difícil llevar un plato a la mesa. Las vecinas se organizaban para ayudarse entre todas: hacían colectas, una conseguía algo, otra algo más. Neli se iba hasta la Estación Buenos Aires y volvía con bolsas de azúcar rubia. Así, trabajando para la comunidad, Neli y tantas otras vecinas se convertían en la red que atajaba a un barrio entero para no caer en el pozo. Igual que hoy.

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