En medio de la ola de calor y COVID-19, haciendo frente a todas las cepas que quedan por venir, están ellas. Delantal rojo, mirada poderosa, y una humanidad grande como su capacidad de organización. Ante cualquier adversidad, ahí están, golpeando las puertas de cada hogar para asistir a las familias aisladas. Las promotoras de salud siguen trabajando, codo a codo, en todas las barriadas.
«Asistimos a 20 familias aisladas, pero no son solo bolsones de alimentos, de higiene y limpieza. Acompañamos emocionalmente a vecinas y vecinos que se bajonean: el aislamiento nos tira abajo porque no podemos trabajar y llevar la comida a casa. Por eso, constantemente les preguntamos cómo están, qué necesitan, y nos acercamos para corroborar que toda la familia esté bien. Ese es nuestro trabajo cotidiano».
María Pereyra, barrio Yapeyú, Córdoba.
“Somos cinco promotoras de la salud que nos encargamos de la asistencia alimentaria y la prevención de la salud: garantizamos el plato de comida a las familias con COVID a través del comedor, y realizamos un seguimiento médico y emocional para esas personas; les aconsejamos cómo proseguir porque el programa Detectar no está en el barrio. Donde no llega el Estado, nosotras estamos”.
Vanesa Chong, barrio Rodrigo Bueno, Ciudad de Buenos Aires.
“En el barrio se cocina dos veces por semana: preparamos un bolsón con alimentos y otros elementos básicos para vecinos con COVID; aunque a veces no tengamos la cantidad necesaria, llevamos lo que se puede. Asistimos a 188 personas y, a pesar de las dificultades, nos da ganas de seguir. Hacemos el trabajo que no hace el Estado”.
Beatriz Carnero, barrio Vía Diagonal Norte, Tucumán.
“Con las compañeras promotoras de salud ayudamos a desinfectar recipientes que llevan alimentos, hacemos capacitaciones en distintos talleres y alcanzamos bolsones de comida e higiene a personas aisladas por COVID. Se hace difícil aislarse, porque si no salimos a trabajar, no tenemos para comer. Por eso el trabajo comunitario es tan importante, para encontrar la respuesta que no da el Estado”.
Carmen Crespo, barrio San Martín, Entre Ríos.