23 enero, 2022
, Políticas Públicas

HABLEMOS DE ACUÑA Y DE TODO LO DEMÁS

Acuña mala, malísima, mala, sí.
Y nada pero nada peor que Larreta, no.
Ahí todas las gargantas, somos un solo grito.
Ahora, ¿charlamo’ un ratito?
Porque si la derecha rancia no propusiera políticas elitistas fundamentadas con argumentos clasistas o racistas, tal vez no sería rancia. O hasta quizá, no sería derecha. Pero como lo es, lo hace. Y como lo hace, nos indigna. Gritamos, pataleamos, descargamos, respiramos, no acatamos. Y acá tamos. Pero cuando pasa la ola, toda esa espuma de rabia que nos despiertan las declaraciones de Acuña, sobre la realidad que le compete, podemos ver por detrás el mar de aguas marrones que todavía tenemos. Ahí están, las miramos. Pero no las vemos. O peor, las escondemos, trascartón.
¡Ni olvido, ni perdón!
LA MALA EDUCACIÓN.
Hace algunos meses, el grito de las villas denunciando la inercia de gestión que provocaba la interna entre Trotta y Puiggros desembocó en el renunciamiento de la viceministra y la profundización del presunto modelo tecnócrata que Trotta proponía muy, pero muy en sintonía con Acuña, tan en sintonía como históricamente han estado sus jefes, Víctor Santamaría y Horacio Rodríguez Larreta. Por entonces, algunos compañeros del campo popular consideraban imprudente salir a exponer esa connivencia, como si fuera menos imprudente callar el abandono absoluto que padecían miles de niñas, niños y adolescentes expulsados de la escuela en todo el país, tal como lo señalaba entonces no Acuña, sino Leandro Santoro desde Zavaleta, para que Alberto Fernández tomara nota del abandono que, después de algunas fotos, decidió abandonar otra vez. A poco de renunciar, el mismo Trotta brindó una entrevista para La Nación, o sea, para La Nación, acreditando que siempre quiso la presencialidad, pero «no lo dejaban». Y ahí sí por fin, hubo consenso sobre su impericia y la necesidad de retomar la agenda verdadera. Mientras tanto, al barrio no llegaban las compus, ni los cuadernillos, ni la escuela. Llegaban, sí, los docentes, que ahora y siempre regaron hasta las flores la inmensa enredadera de la comunidad educativa, desde la escuela pública. A ellas y ellos, les debemos todo. Pero a los demás, nada. Porque sí, da mucha impotencia escuchar la ignorancia manifiesta de Acuña, pero también da bronca escuchar cómo se indignan tantos que prefieren enterrar una realidad que conocen, invisibilizando ese desmadre que sí, efectivamente rebalsó en todos los barrios, encubierto por un silencio bilateral, que hoy le permite a la derecha erigirse moralista poniendo sobre la mesa lo que muchos intentaron durante meses patear bajo la alfombra. ¿Qué podemos aprender? Que no existe mayor juego a la derecha, que gobernar como quiere la derecha por si viene la derecha. ¿Y entonces? Luche, luche y que se escuche.
CIUDAD DE POBRES CONSTRUCCIONES
¿Por dónde empezamos, Acuña, ahora que pareciera preocuparle la «vulneración de los derechos»? ¿Por la calidad del agua en las villas? ¿Por el riesgo eléctrico? ¿Por la seguridad de Lucas González? ¿Por los pibes que laburan fuera de sus convenios con empresas amigas? ¿Por los 6.500 pibes que dice haber buscado por sus casas, aunque no los pueda registrar? ¿Por las 54 escuelas que vende, pero no puede ubicar? ¿Por el presupuesto educativo que cayó de 3070 millones en 2020 a 1140 millones en 2021? ¿Por la subejecución del 48% del presupuesto, en el cuarto bimestre de 2020? ¿Por la baja del 26% al 16% del presupuesto en la inversión para educación? ¿Por los 53 millones que le quitó al sistema público para regar 125 jardines privados? ¿Por los 370 millones que no ejecutaron del Plan Sarmiento? ¿Por los 476 millones que recortaron en infraestructura escolar? ¿Por la negativa de mudar hacia los barrios los dispositivos de libre wifi? ¿Por el rechazo a la propuesta de la tarjeta alimentaria? ¿O por el desprecio a lo público, en general? Na, vamos a ser buenos y vamos a lo textual, así no deprime tanto ver para dónde va la pauta oficial. Ahora, dice Acuña, básicamente porque la dejan decir, que «la Ciudad ha construido 54 escuelas en los últimos 10 años y otras 54, sólo en este período». Lo que no dice, básicamente porque no la dejan decir, es que «sólo 19 de todas esas obras han culminado, que 30 están estancadas a mitad de camino o que 5 ni siquiera comenzaron». Y sí, ese podría ser un dato menor, si no faltaran entre 33.000 y 55.000 vacantes para garantizar el derecho a la educación que asiste a todos los niños, en la ciudad más rica del país. Cambia el número según la fuente, verdad, ¡elija la que quiera! Que total todas están dentro del mismo rango, del mismo inaceptable rango. Y para ejemplo, basta un bastión: el Bachillerato Popular Ernesto Che Guevara, en la Villa 31, pudo sostener su autonomía y su continuidad pedagógica, gracias a los cuadernillos «elaborados por sus propios docentes y distribuidos por sus propios estudiantes». ¡Que viva la escuela pública! Con sus bombos y estandartes.
Y POR PROVINCIA, CÓMO ANDAMOS
Los nodos digitales que surgieron como experiencias autogestivas en la emergencia de la pandemia y contaron con el apoyo inicial de Nación, para dar cobertura inmediata en barrios específicos de Capital y Provincia, permitieron sostener una mínima base de conectividad en territorios que no tenían respaldo ni para sus electrodependientes. Pero ese austero y rústico convenio también tambalea hoy sobre la cuerda floja, porque las trabajadoras que sostienen la cursada y la higiene siguen poniendo el hombro sin cobrar, desde la misma invisibilidad impotente que aún engloba a las laburantes de los comedores comunitarios. No falta cultura, ¡falta infraestructura! Y si no, dénse una vuelta por Bahía Blanca, donde sindicatos y vecinos de la asamblea siguen exigiendo sin respuestas la creación de escuelas para 6 barriadas históricas de la ciudad, que perdieron su único jardín maternal en 2019. Ahí, el barrio Alegre 2, Tierras Argentinas, Puertas del Sur, Costa Blanca, Martin Fierro y Nueva Argentina, siguen buscando vacantes por las calles anegadas y por las distancias imposibles, prolongadas ahora por el costo del colectivo, que implica un gasto mensual de 3.040 pesos, con el boleto a $76, ¿leyó? No falta pueblo organizado, falta el Estado: en algunas escuelas podríamos incluso contar con Internet gracias al nodo digital que montamos autogestivamente, pero aún no lo pueden utilizar oficialmente, porque «les van a dar conectividad», algún día. Esperamos, todavía, pero seguimos mal, casi tan mal como los históricos hoteles de Chapadmalal.
LA DESCONEXIÓN DE NACIÓN
Detrás de los anuncios que los medios oficialistas aplauden y los opositores denostan, sin procesar, ni chequear nada en la inmensa mayoría de los casos, están los datos que ayudan a entender el desborde que horroriza a funcionarios propios y extraños, como si realmente fueran extraños. Y no responsables. Durante 2020, efectivamente se invirtieron 20.000 millones en la compra de 460.000 computadoras, pero a la fecha sólo se han entregado 60.000, sí, sesenta mil. Y eso lo confirma el actual ministro, «porque las empresas no cumplieron sus plazos». Ahora, lo que no confirma Jaime Perczyk es qué piensan hacer frente al incumplimiento de tales plazos, porque este mismo ministro acaba de anunciar otra compra de otro millón de computadoras, ¡cuando todavía tenemos 400 mil que no se han distribuido! O sea, sobre la misma tasa de eficiencia que mostró en 2021 y aun considerando su propia excusa, el Ministerio sólo podría distribuir en 2022 menos de 300 mil computadoras en total, habiendo comprado casi un millón y medio, ¿se entiende? No podemos, ni debemos, acallar el impacto efectivo que tiene, de mínima, la paupérrima eficacia sobre las políticas de apoyo socioeducativo, cuando las propias estadísticas oficiales afirman que un 60% no posee computadora en su hogar, ni conexión a Internet y el propio Ministerio de Desarrollo reafirma que sólo un 13,9% cuenta con esa «suerte», en zonas rurales y barrios populares. No podemos, ni debemos dejar de hacernos preguntas, ¿verdad? ¿Cómo se explica que sólo haya llegado el 7% de las notebooks que prometía el plan Juana Manso, anunciado dos veces por el Presidente de la Nación? ¿Cuáles fueron los resultados del “Acompañar: puentes de igualdad”, que se creó para revincular a las pibas y pibes que perdieron relación con la escuela? ¿Qué otras acciones de largo plazo se hicieron sobre la base del Progresar? ¿A qué se dedica la Secretaría de Juventud? ¿Cómo impactó el 20% del aportr a las grandes fortunas que fue aplicado al Programa, inyectando más de 50 mil millones de pesos sólo en un año? ¿De dónde saldrán los recursos, en este 2022 que no contará con ese aporte? Ojalá nos importe.
LOS CAMINOS DE LA VILLA
De 50.382 escuelas, según ACIJ, hay 25.902 conectadas y 24.480 mil «por conectar», puesto que un 48.5% se mantiene sin conexión, a dos años de iniciada la pandemia, en la tercera década del Siglo XXI. Y no, ya no va camuflar datos para bancar la disputa de poder: miren para dónde miren, se puede ver. ¿Vio San Juan? Los barrios Malvinas 2 y Villa Observatorio han elevado reclamos a los entes provinciales de transporte, porque el único colectivo directo a la escuela prioriza el arribo de los cadetes de policía a la suya. ¿Vio Santa Fe? Sólo en el barrio Camino Muerto de Granadero Baigorria, casi 200 pibes de la ciudad se quedaron sin vacantes para este año, mientras los nodos digitales comunitarios en Chalet, La Cariñosa y Pumitas siguen de pie por la vocación inquebrantable de vecinas y vecinos. ¿Vio Salta? La escuela primaria de Misión Santa María, en Santa Victoria Este, tiene conectividad hoy gracias a la red comunitaria que se armó a instancias de Infancia en Deuda, con el trabajo mancomunado de Pata Pila, Altermundi y La Poderosa, pero ahí no está la solución. Ahí está el problemón.
LA PANDEMIA DEL NARCOTRÁFICO
Sólo una palabra de la burrada clasista que vomitó Soledad Acuña, pasó inadvertida por los oídos de casi toda la clase política: «narcotráfico». Porque sí, tenemos afortunadamente como sociedad grandes emblemas de la lucha colectiva, anticolonial y antipatriarcal, pero ha llegado el tiempo de dimensionar otro poder real. Que sí, ahora tiene sicarios regados por todos los barrios. Que sí, azota nuestros territorios, aunque no azote nuestros noticieros. Que sí, mata más personas que la ómicron. Que sí, nos preocupa más que la inflación. Que sí, se come familias enteras. Que sí, hoy recibe por la ventanilla de venta a personas de bien que durante décadas evitaron hasta la ventanilla de compra. Que sí, se come barrios enteros. Y que hace mucho tiempo, pero ferozmente algunos meses, viene desatando un círculo de criminalidad que no se aguanta más, porque ni «perdido» en los pasillos de una villa se puede desconocer el miedo latente a perder un hijo, una hermana, una casa o cualquier vida, en esos espirales de sangre silenciosa que vienen creciendo a instancias de las malas estrategias comunicacionales, las sarasas progresistas y los funcionarios hipócritas como Acuña, que siguen pontificando desde afuera, como si tales mundos no existieran a 10 minutos de sus oficinas. Ahí, a 10 minutos literales del edificio que tan pomposamente mudó a la zona sur, la Jefatura de Gobierno, hay tiras de casas enteras tomadas por la connivencia del negocio con la Policía local, porque cualquier ventanilla puede facturar con impunidad 30 lucas por día y porque tiras completas recaudan hasta 2 millones de pesos por semana, que se reparten entre comisarios y «casillastenientes». De tal variante, no se habla. Ni tampoco de cómo esa lógica, en contraposición a la falta de políticas públicas que auspicien una transformación cierta, absorben a miles de jóvenes, que incluso no venden, ni venderían droga, tan sólo para valerse de la legitimidad que la dignidad a ultranza les concedió. No es un problemita, ni un enemigo menor, es la forma más descarnada que ha tomado esta vorágine decadente y excluyente que Acuña representa en su mayor grado y nos presenta como ajena a su responsabilidad: que abandonen el Estado, ¡quienes no estén dispuestos a cambiar la realidad!

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