Las olas de calor forman parte de fenómenos climáticos extremos que se verán profundizados con el avance del cambio climático. En grandes ciudades, estas se ven agravadas por el efecto «isla de calor» producto de la gran cantidad de cemento y la escasez de espacios verdes.
Pero estos fenómenos no afectan a todas y todos por igual. El cambio climático profundiza desigualdades preexistentes. En los barrios populares del país, esta seguidilla de días con temperaturas altísimas se sufre mucho más.
Sin luz y sin agua, entre cableados informales que producen incendios y caños de agua sin ninguna presión. Entre paredes de chapa, techos de nylon y canillas sin agua: así se vive en nuestros barrios populares esta ola de calor.
Ante los eventos climáticos extremos necesitamos políticas públicas activas de adaptación climática y un Estado presente, muy presente, en los lugares que sufren el peor rostro de estos eventos extremos.
No alcanza con la difusión de manuales de recomendaciones o con la instalación de puestitos de agua. Se necesita repensar la infraestructura de nuestras ciudades, la planificación del espacio público y la distribución poblacional.
