Por Luciana Orieta, vecina de la villa 21-24 y hermana de Milagros.

Te extrañamos mucho, Milagros. Hace un año que no estás, pero pareciera que fue ayer la última vez que te vi. Viví en carne propia el dolor de perderte en manos de un femicida, y tuvimos que salir a la calle para visibilizarlo. A las mujeres violentadas la Justicia siempre las deja a un costado; y si encima son de la villa, peor.

Hoy sigo tus pasos en Mujeres Evita, como promotora territorial contra la violencia de género. No nos podemos quedar quietas ni calladas. Hay que seguir gritando para que no nos maten a ninguna más. ¿Sabés, Milagros? Las redes de contención de vecinas son fundamentales. Si no existieran, seguro habría muchos más femicidios. Muchas se animan a salir de los círculos de violencia gracias a estas redes que tejemos entre nosotras. Por eso es importante que sigamos siendo más, y que entendamos que no tenemos porqué aguantar ser maltratadas.

Seguimos gritando para que nos escuchen y vean. En lo que va del año, nos mataron a una mujer cada 24 horas en manos de un hombre. Que caiga el patriarcado se vuelve una necesidad urgente, para que todas podamos volver tranquilas a nuestras casas.

Me hubiera gustado decirte, Mili, que no te calles, que acá estaba tu hermana para defenderte con uñas y dientes. Pienso en eso todos los días. A quienes sufren violencia y luchan todos los días, les digo: hablen, busquen ayuda, no se callen. No están solas. Estamos para ayudar, contener y acompañar.

No vamos a dejar de gritar por las que ya no están. Todas las pibas que nos arrebataron siguen acá: son nuestra bandera de lucha. Vos también, Mili, seguís acá y desde acá, ¡vamos a seguir exigiendo justicia!