Me causa impotencia lo que pasó con las personas fallecidas por la cocaína adulterada, por todo lo que se generó alrededor: ahora es noticia, pero todos los días muere un pibe de la villa a causa de la droga. Yo trabajé junto a otras compañeras en la Cooperativa de Panificación Timmy, en Gaucho Rivero. Allí recibíamos a seis pibes en situación de consumo problemático y les enseñábamos a cocinar pan, además de contenerlos con las pocas herramientas que tenemos. El año pasado funcionó muy bien durante nueve meses, pero nos quedamos un mes sin horno y tres pibes volvieron a consumir. Si el Municipio hubiera contestado algunas de las cartas que enviamos solicitando ayuda, esos pibes hoy estarían trabajando. Al no tener oportunidades vuelven a consumir: ellos nos dicen que es más barato conseguir una dosis de cocaína que comprar comida.
Cuando estás en esa situación, golpeás todas las puertas posibles pero no encontrás a nadie que te dé una respuesta. Cuando vas con tu hijo al hospital, le hacen un lavado de estómago y lo envían a tu casa sin atender el problema de fondo. Acá, en Gaucho Rivero, hay una posta del SEDRONAR: dicen que hay un equipo de especialistas en salud mental, pero es mentira, solamente trabajan una psicóloga y una trabajadora social, lo cual no es suficiente. Somos nosotras, las vecinas, las únicas que sostenemos y acompañamos como podemos. Lo que necesitan nuestros pibes son oportunidades y políticas públicas.