El martes pasado, la falta de presupuesto en educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dio el presente en la Escuela N°8 Almafuerte, en Boedo. Esta vez, de milagro no tuvimos que lamentar otra muerte por explosiones en un colegio.
Cerca del mediodía, mientras docentes y operarios trabajaban, se escucharon fuertes detonaciones, como detalla el maestro Martín Ferrari: “Se escuchó una explosión, un corte de luz y un fogonazo, de la nada. Fue desesperante no saber qué había ocurrido, evacuamos la escuela y nos enteramos que un operario que estaba instalando paneles solares había sufrido quemaduras en su antebrazo. Fue pura suerte que no haya sucedido en época escolar».
Los problemas edilicios en las escuelas de CABA, como en muchas del país, no son una novedad. Incluso, en 2018, la desidia gubernamental nos costó las vidas de Sandra y Rubén, docentes de la Escuela 49 de Moreno, que fallecieron luego de una explosión de gas. Martín cuenta cómo es la situación del establecimiento en el que trabaja desde 2019: “Tenemos inconvenientes de infraestructura desde hace años: filtraciones en aulas, goteras, inundaciones y suele haber desprendimientos de mamposterías. Para que la biblioteca pueda funcionar ponemos baldes que contengan el agua que cae. Elevamos los reclamos a Infraestructura del GCBA, pero la solución nunca llega”.
A 12 días de que comiencen las clases en nivel primario, las y los docentes no se sienten seguros para realizar su trabajo, como lo reconoce Martín: “Esto pasa porque ponen prioridades que sirven como campaña de marketing, para la foto, como instalar paneles solares. La desinversión en educación se vive todo el tiempo y el avasallamiento a las condiciones de trabajo de los docentes también: no hemos recibido ninguna respuesta del Ministerio de Educación, ni siquiera para preguntarnos si estamos bien. Tenemos miedo de qué puede pasar cuando volvamos a trabajar sabiendo las condiciones en las que se encuentra la escuela».