Hoy marchamos las mujeres, tortas, travas, trans, bisexuales de los barrios, las que históricamente fuimos silenciadas, las que sobrevivimos a la violencia patriarcal, las que estuvimos mucho tiempo encerradas en la casa, para hacernos oír en este Día de la Mujer Trabajadora.
¡Escuchen! Somos el 70% del 10% más pobre del país. Trabajadoras de la triple jornada: nuestro trabajo particular o cooperativo, el comunitario en comedores y merenderos y los trabajos de cuidado en nuestras casas. Somos las que llevamos a las y los pibes a la escuela o al médico, somos empleadas domésticas, feriantes, cartoneras. Y no solo eso: somos más de 70 mil cocineras que alimentamos a 10 millones de personas en todo el país, sin reconocimiento salarial alguno.
¡Escuchen! Realizamos miles de acompañamientos a otras mujeres y disidencias en casos de violencia de género y abusos, sin respuestas de los gobiernos. Nos sostenemos, codo a codo, cuando no nos toman la denuncia en la Comisaría, cuando esperamos 12 horas o más para ser atendidas, cuando nos dicen que no hay más botones antipánico o cuando la policía no quiere entrar si alguna vecina está en peligro. Nos indignamos porque la situación habitacional es crítica: ¿cómo salimos de una relación violenta sin autonomía económica?
¡Escuchen! Nuestra salud y la de nuestras familias se ven violentadas porque no tenemos obra social, jubilación, ni ART o cualquier derecho que provenga de un trabajo registrado. Las que nos encargamos de la crianza de nuestros hijos, tenemos que estar desde las 5 de la mañana hasta cualquier hora para conseguir un turno en la salita con el riesgo de que no haya profesionales o endeudarnos por recurrir al sistema de salud privado.
¿Entonces? Se terminó el tiempo de estar silenciadas y oprimidas, y caducaron esos años en los que vivimos a la sombra de varones violentos, al margen de familiares abusadores. Necesitamos políticas públicas que empiecen por éste último eslabón que fue y es el primero en la línea barrial. Hoy en el Día de la Mujer Trabajadora: Nos cansamos de ponerle la otra mejilla al patriarcado. ¡Para que haya dignidad, nuestro trabajo debe ser remunerado!