“Tengo el color del río y su misma voz en mi canto sigo
El agua mansa y su suave danza en el corazón
Pero a veces oscura va turbulenta en la ciega hondura
Y se hace brillo en este cuchillo de pescador”
Oración del remanso, de Jorge Fandermole.
Hoy es el Día Mundial del Agua, y hace meses que el Río Paraná sufre una de las peores bajantes de su historia. En la zona de La Tosquera, Corrientes, en la misma provincia donde se quemaron más de 900.000 hectáreas, nos encontramos con Ángel Gómez, vecino y pescador, que nos contó su perspectiva sobre las consecuencias directas que trae para las personas que, como él, dependen del río para subsistir. Año a año, los intereses del agronegocio, las forestales y los privilegiados de siempre, exprimen el agua.
“Hace ya ocho años soy pescador. Antes había mucha agua, y muchos peces subían y bajaban a través de la corriente. Ahora, como el río está bajo, se quedan en un lugar fijo y es difícil encontrarlos: sólo estamos pescando una especie, el armado. No se pueden tirar los mallones y debemos pescar con espinel. Las canoas se quedan varadas y las embarcaciones se pudren y se rompen. En estas condiciones, llegar a fin de mes es cuestión de suerte.»
«Por culpa de la bajante y la sequía, el agua que está bajo la tierra (el acuífero guaraní) está cada vez más profunda. Estuvimos dos meses sin que salga una gota de las canillas, y ahora sale sucia, por lo que tenemos que comprar botellas para hidratarnos. Además, necesitamos cuadrillas ambientales que limpien el barrio para que la basura no termine en el río. Y, como sociedad, tenemos que tomar conciencia y cuidar más el ambiente”.