* Por Lola del Carril, relatora de fútbol en ESPN y Televisión Pública.
En el mundial todo se paraliza, se pone en vilo. Por eso es una buena oportunidad para que se muestren las mujeres que están a cargo de ciertos espacios dentro del periodismo deportivo, ante los ojos de todos los medios nacionales. Es el momento de que brillen las comentaristas, relatoras en el campo de juego. Hay que seguir naturalizando esas voces en el oído común de la sociedad, porque van a aparecer cada vez más. Muchos medios y canales de televisión no se animan a abrirnos el juego cuando se trata de la Selección Argentina. Todavía queda mucha lucha por dar.
Al principio me costó poder levantar la voz. Junto a mis colegas varones podemos hablar de igual a igual, ya que somos competentes en todos los roles, pero me ha costado pisar fuerte. Tuve que sacar un aspecto mío bastante feroz, de carácter, y me gané un lugar. Cuando ya trabajaba en ESPN, me preguntaban “¿De qué trabajás?” y yo les respondía “Estoy haciendo relatos”. ¡No!, soy relatora.
En el ambiente hay un montón de trabas, desde lo económico hasta lo estructural. Las que laburamos en el deporte nos encontramos, muchas veces, con la incógnita de por qué no ganamos lo mismo. Las jugadoras de equipos femeninos, por ejemplo, son personas que entrenan todos los días, que tienen rendimiento, conforman un plantel que relega su vida personal por jugar al fútbol. Aun así, no cobran lo mismo y mientras entrenan tienen que laburar o estudiar porque no van a poder vivir de eso.
Gracias a un montón de mujeres que pusieron el cuerpo en momentos más incómodos y menos oportunos, hoy seguimos abriendo espacios. Esto no es casual: va de la mano de toda la lucha feminista. Hoy me toca a mí ser la primera mujer que relata el fútbol argentino masculino en televisión. Pero detrás de eso, hay un montón de voces más que conformamos el campo deportivo. A todas esas pibas que tienen el sueño de trabajar en esto, les diría que se animen, que le impriman toda la pasión, su sello distintivo. Que vayan por eso. Porque cuando a una le quema el pecho con lo que le gusta, ¡no hay quien la pare!