13 junio, 2022
, Nunca Mas

«LOS JUECES HABLAN POR SUS FALLOS»

El responsable de la Noche de Los Lápices, el Jefe de la Policía bonaerense durante la última dictadura, el encargado de los grupos de tareas que secuestraban y torturaban personas, el primer represor llevado a juicio oral y público en Argentina luego de la anulación de las leyes de impunidad, el que fue juzgado por delitos de Lesa Humanidad y recibió nueve condenas a cadena perpetua, y el que todavía no dijo dónde está Jorge Julio López: ese es Miguel Etchecolatz.

La Cámara Federal de Casación Penal integrada por los jueces Carlos Mahiques, Guillermo Yacobucci y Ángela Ledesma, le concedió prisión domiciliaria a él y lo mismo sucedió con el militar retirado Mario Ocampo y al exjefe de Contrainteligencia del Batallón 601, Luis Ángel Firpo.

Rubén López, hijo del desaparecido en democracia Jorge Julio López, nos manifestó su preocupación: “La verdad es que estamos con mucha bronca. Dicen que los jueces hablan por sus fallos. Bueno acá están diciendo claramente que están favoreciendo a los genocidas. Esta Cámara no es la primera vez que lo hace, y uno empieza a pensar que tienen cierto favoritismo con los genocidas”.

Rubén hace preguntas que solo los jueces deberían responder: “¿Por qué puede tener privilegios Etchecolatz con respecto a otros presos que están cumpliendo condena en cualquier otra unidad de servicio penitenciario federal? Etchecolatz es uno de los que decidía quién moría y quién vivía. Si a él le otorgan una domiciliaria con nueve cadenas perpetuas por genocida, el que tiene una o dos ni siquiera la tiene que pedir, tiene que salir”, cuestionó.

Para revertir esta decisión, Rubén cree que la única alternativa es que el pueblo se manifieste: “Lo mínimo que tenemos que hacer es estar todos en la calle. Aquellos que creen en una Argentina mejor y en una Justicia realmente justa tienen que estar acompañándonos. La única manera es movilizarnos, como se hizo en el 2×1 o como hacemos todos los 24 de marzo”, expresó.

No hay lugar a discusión: el único lugar seguro para un genocida es la prisión.