Este domingo, nuestros ojos mirarán hacia Colombia y nuestros corazones palpitarán al ritmo de ese hermoso territorio, por donde más sangran las venas siempre abiertas de América Latina.
Después de 200 años de gobiernos antipopulares, 70 de guerra y 30 de neoliberalismo, por primera vez en la historia colombiana podría llegar a la presidencia un proyecto alternativo. La esperanza en este balotaje definitorio la encarna la fórmula del progresista Gustavo Petro y la lideresa negra, ambientalista y feminista Francia Márquez, nuestra heroína en este lío.
Si bien la izquierda y los movimientos sociales están fragmentados como en otros países, lograron confluir en una alianza, prácticamente todas las expresiones del campo popular. No será fácil: enfrente se ubica Rodolfo Hernández, un controversial empresario de 77 años, millonario, violento, machista, que no viene de los partidos tradicionales y al que llaman “el Trump colombiano”.
En la previa, se viven horas de angustia con decenas de detenciones a participantes del Estallido Social del año pasado, líderes sociales y periodistas. Las encuestas hablan de un “empate técnico”, así que se espera una jornada llena de incertidumbre y tensión.
Colombia es el país donde los dueños de todas las cosas siempre impidieron, a sangre y fuego, que se les arrebatara el control político; el país que se alimentó del narco-paramilitarismo para perpetuar este régimen de violencia crónica; el que asesina a sus líderes y lideresas sociales (sólo este año ya van 88); el país con más desplazados de la región y de los inhumanos “falsos positivos”.
Pero también es el país que resiste, el de la juventud que puso el cuerpo en el estallido del año pasado, el de la potencia creciente del feminismo, el país de las comunidades indígenas, negras y campesinas que hace años se rebelan contra este sistema que les mata de hambre o de bala.
Si gana Petro, no habrá soluciones rápidas ni mágicas. Pero será un piso para empezar a construir una Colombia donde haya lugar para “vivir sabroso”. Esa consigna que Francia tan bien traduce: “Vivir sabroso es vivir sin miedo, es vivir con dignidad”.