Latinoamérica gritó cuando vos, una trabajadora de las minas, una agricultora de nuestra sabiduría, una feminista de nuestros senderos y una negra de nuestros potreros, llegó a la vicepresidencia: «Tenemos que lograr la paz para Colombia, hay muchos territorios que viven en medio de la violencia», dijo Francia Márquez.
Francia tenía unos quince años cuando ingresó a la Casa Cultural de Suárez, su municipio natal, para tocar marimba. Guiada por la sonoridad del Océano Pacífico rompió la crisálida de su vergüenza gracias a las “luchas cantadas”. Esas melodías al norte del departamento de Cauca le sirvieron de bibliografía para comprender el lamento y la alegría de la resistencia negra. Porque claro, cargada de estigmas, “tenía vergüenza hasta del pelo y de descender de esclavos”. Sin embargo, ese fue un punto más de su historial activista, que había iniciado a sus trece años cuando la necesidad la empujó al trabajo minero artesanal. Un primero de diciembre del 81, Francia nació entre la yuca, los frijoles y los plátanos. Creció en la tierra fértil de “La Toma”, sin saber que algún día la tendría que dejar por las amenazas de muerte que llegaban contra sus ideas. Entre tanto verde y tanto río se elevaba el tuétano más fuerte del afrocolombianismo y estaba ella, rodeada de trabajadores y trabajadoras de las minas. Toda su familia fue atravesada por la política comunitaria: “A mí me aburrían al principio las reuniones, iba solo a joder”, dirá muchos años después a los medios internacionales entre risas. Y a nosotros, hoy, nos confesó que entre sus inspiraciones están las mujeres de la comunidad. A nivel global, Aurora Vergara Figueroa, Ángela Davis, Susana Baca, Rosa Parks y muchas más. Será por eso, tal vez, que tiene esa costumbre de gritar.
“Soy parte de quienes alzan la voz para parar la destrucción de los ríos, bosques y páramos. De aquellos que sueñan con que un día los seres humanos vamos a cambiar el modelo económico de muerte, para darnos paso a construir un modelo que garantice la vida”, reza su página oficial. Ya desde los ‘80 el Río Ovejas, lindante a su suelo, estaba en la mira de las empresas mineras. Allí pescaba Francia, nadaba e incluso hacía “minería ancestral” con un colador buscando pedacitos de oro; una práctica bastante común cargada de solidaridad, muy lejos del espíritu mercantil. Hacia sus veinte, era madre soltera y se encontró con la crueldad de la desigualdad y los obstáculos económicos, que tanto conocemos desde nuestras villas, para terminar una carrera universitaria, en su caso abogacía. Lo consiguió, pero no sin antes hacer enormes revueltas.
Pasó por la Organización Proceso de Comunidades Negras y presidió la Asociación de Mujeres Afrodescendientes de Yolombó hasta 2013: “La interseccionalidad de razas, clase y género es muy necesaria. No es suficiente ser feminista si no se es anticapitalista, antiolonial, antirracista. Hay que asumir que el feminismo se da como producto de la lucha por la libertad, luchas que también iniciaron hombres y mujeres negras del mundo”. En 2014 tuvo que irse de su territorio por las amenazas, justo antes de que le dieran el Premio Nacional a la defensa de los Derechos Humanos en Colombia. ¿Por qué? Porque más allá de su trayectoria política, se caracteriza por su ferviente acción. Entre 2002 y 2010 movilizó a cientos de mujeres negras porque la Agencia Nacional de Minería había otorgado títulos de explotación a multinacionales sin la consulta comunitaria. Marcharon hasta Bogotá para pedir que sacaran a las empresas extractivistas. ¡Y lo lograron! Pero nada sería gratuito. Detrás del Premio Goldman Environmental Prize, una especie de Nobel medioambiental que le dieron, vinieron los atentados contra la vida de Francia al menos en dos oportunidades.
También presidió el Comité Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia del Consejo Nacional de Paz apoyando la implementación de los acuerdos, establecidos entre el Gobierno Nacional y las FARC EP. Todo, claro, en medio del avance de una historia paramilitar que, hasta la fecha tuvo más de nueve millones de víctimas directas e indirectas del conflicto armado: “Tenemos que lograr la paz para Colombia, hay muchos territorios bajo la violencia. Además, somos uno de los países más desiguales. Por otro lado, a la crisis ambiental tenemos que afrontarla, asumirla, hay que poner la naturaleza en el centro”, explicó para nuestra Garganta latinoamericana. Así, con la alegría a flor de piel, nos dio pie a una entrevista cargada de solidaridades. Una nota gestada por muchas voluntades, una victoria popular tras tantísimas muertes y un unísono grito villero traducido en esta edición por la nueva y flamante vicepresidenta colombiana Francia Elena Márquez Mina.