Llovía. Era viernes por la tarde. Hacía un frío de película. La Ciudad de Buenos Aires estaba gris, pero teníamos que ir a Vorterix; en la radio nos esperaba Luquitas Rodríguez. “Vénganse un rato antes del programa y charlamos”, nos había dicho unos días atrás. Llegamos tiritando y entramos al estudio donde hace “Paren la Mano”. Si bien habíamos hablado con él otras veces, teníamos ganas de conversar en profundidad, saber qué opina de algunos temas, cómo lidia con las redes, cómo es sin las luces de las cámaras.
«Buenas, ¿cómo andan? Soy Luquitas, y esta es la nueva camiseta de Boca que me acaban de regalar. Está hermosa, eh”. Así llegó al estudio, como un nene con su juguete nuevo. Presentándose, como si no lo conociéramos. Preguntándonos si necesitamos algo, como si supiéramos por dónde empezar.
– ¿Vos cómo estás?
– Mmmmm… Como el día creo. Es un día feo para atravesar. Como llueve, me daba un poco de paja venir, pero estoy bien; ya me acostumbré a venir todos los días y nos divertimos haciendo el programa que nos gusta. Hoy, particularmente, estoy un poco sobrepasado por mi nivel de exposición. Generalmente lo llevo mejor, pero ayer le hicimos una nota a Fantino que provocó mucho revuelo y estoy como para cerrar un poco.
– Con los fans que te buscan, ¿cómo la llevás?
-En el mundo real, el nivel de exposición no es tan grande como en el virtual; saludás a alguien y ya. Igual depende de la persona: me imagino a Gallardo o a Riquelme, tipos que generan felicidad directa en tanta gente… Seguramente esa sobreexposición se mete de lleno en el mundo real.
– ¿Y con los haters?
-Si a alguien no le gusta lo que hago, todo bien. Pero si surge una falta de respeto, intento esquivarlos. El problema es cuando tenés más “hate” que seguidores… No debe haber humanidad preparada para aguantar eso.
– ¿Cómo ves lo que está ocurriendo con este fenómeno a nivel general? La nadadora Delfi Pignatello dejó su carrera olímpica, entre otras cosas, por la exposición y las agresiones. Siendo mujer es muchísimo peor…
– Ni hablar. Ahí tenemos un privilegio súper claro. Es muy injusto que el odio de las redes se meta en tu laburo, ¡en lo que amás! Por eso, entiendo cuando figuras públicas se bajan de ciertos lugares. Muchas veces termina siendo por querer hacer justicia colectiva, aún postergando sus deseos.
Sabemos bien de justicia colectiva, ¡y mucho más de injusticias! Luquitas nos conoce desde antes que nosotros a él. “Me acuerdo que la primera revista que compré fue la del Indio, cuando no daba notas. Qué lindo laburo”. Lamentablemente también conoció a Ramona cuando ya no estaba entre nosotros, por la desidia del Gobierno de la Ciudad, que la dejó morir en la Villa 31, con sus enfermedades preexistentes, soportando el hacinamiento sin agua durante doce días, mientras Diego Santilli se paseaba por los canales asegurando que el servicio funcionaba bien.
– ¿Cómo fue hacer humor en medio de tanta tragedia que atravesamos durante la pandemia?
– Primero, quiero aclarar que hay un abismo entre las injusticias que mencionábamos recién y la injusticia real de los barrios populares. El cuerpo siempre siente más si en la vida real no tenés cloacas. Es más importante eso, que el hecho de que me etiqueten diciendo que soy un gordo pelotudo. No me olvido, por hacer comedia, de todo lo que pasa alrededor. El camino es exorcizarlo con humor.
– ¿Hoy cuál sentís que es tu mensaje? ¿Qué buscás transmitir?
– No tengo un mensaje. A mí me gusta mucho el cine, y John Ford decía: «Si quiero dar un mensaje, voy al correo; y si quiero hacer una denuncia, voy a la comisaría», porque muchas veces se habla del arte como mecanismo de denuncia. Sí tengo claro que, aquello que hagas, debe tener una visión del mundo, mostrar qué cosas y a cuáles te oponés. Quiénes somos nosotros, quiénes son ellos.
– Hablás del “nosotros”, del “ellos”, de lo que defendés… ¿En qué lugar te parás para llegar a esta reflexión?
– Lo digo en general. A mí me irritaría defender intereses ajenos. Siempre tengo un nosotros y ellos. Es el eje. No quiero ser demagogo, pero siento que esta conversación es entre “nosotros”. Eso es demagogia.
Se ríe, nos reímos.
– ¡Pero si estamos entre nosotros! Por eso venimos a charlar con vos y no con otro que tampoco querría hablar con nosotros…
– Ni siquiera tiene que ver con partidos políticos lo que digo. Es algo inherente a las personas. ¿Quién no siente la otredad? ¿Quién no siente que se separa del otro? ¿Qué elijo ver en la tele y a quién escuchar?
En nuestros barrios elegimos a Luquitas. Así lo definimos en una asamblea de La Garganta, donde decidimos que estuviera en esta edición. Pero hay un pequeño gran problema… ¡INTERNET! Más del 60% de nuestros barrios no tienen conexión de red, entonces abrimos nodos de conectividad para que nadie se quede afuera de la escuela. Lo mismo hicimos con la campaña #ContagiáPotabilidad, para poner tanques comunitarios en distintos barrios que no tienen agua potable. Le contamos que es algo contradictorio lo que él genera en tantos pibes de las villas, ¡porque son los mismos que no tienen Internet! Entonces, hay muchos que se escapan un ratito a alguna plaza para rescatar un wifi y ver algún stream de Luquitas o cualquier video de Rodríguez & Galati. “Hoy en día, privar de la virtualidad a una persona es reducir completamente sus capacidades de desarrollo, quitarle algo importante… No me puedo imaginar a tantas personas viviendo sin algo tan necesario para la vida actual”.
PAREN LA MANO
Dos tiroteos diarios en una villa de CABA, que no salen en ningún lado, mientras Clarín dice desde su edificio, a veinticinco cuadras de nuestra redacción de Zavaleta, que la inseguridad bajó en la Ciudad. El narcotráfico se comió barrios enteros, porque hay muchísimos pibes que hoy en día ven una posibilidad concreta de cambiar su día a día de ese modo, dejando de lado que hay dos caminos: terminar preso o muerto… En tres días haciendo de “campana” en algún pasillo de cualquier barrio, pueden juntar lo que su mamá no gana en todo el mes rompiéndose el lomo de sol a sol. Siempre intentamos saldar un problema real con una alternativa autogestiva, a la par que demandamos políticas públicas de fondo que sabemos tienen otros tiempos. En este caso, no hay una respuesta autogestiva que pueda salir de nuestras asambleas; más bien hay un grito desesperado, un pedido de ayuda. Nunca, en dieciocho años desde que existe La Poderosa, habíamos sido tendencia de Twitter; ni por poner tanques en las casas, ni por tener a Messi o al Diego en la tapa… Recién lo conseguimos con el furcio del presidente, pero bienvenido sea para mostrar lo que pasa acá abajo en este momento trágico. Paren la mano, y hablemos del narcotráfico.
– En primera instancia, fue gracioso escuchar a un presidente diciendo “garganta profunda”. Después se da una sonsera colectiva, como cuando la maestra enseña las partes del cuerpo humano y llega al pene y todos “Uh, dijo pene”. Se mezcla eso con una situación nacional muy complicada. Es el famoso 50% de personas abajo del barco: ante la cosa mínima que suceda, sea furcio o Alberto atajando un penal en la playa, va a ser señalado. Personalmente, se me hace difícil señalar, porque la mano está jodida. Pero entiendo al que genuinamente señala a Alberto Fernández porque está atajando penales mientras se prende fuego el país.
– Y los medios se quedan en la chiquita, en vez de ver lo que nos lastima de verdad.
– La situación de los barrios con el narcotráfico es tan terrible que supongo que nadie se anima a abordarla. Les resulta más cómodo mirar para otro lado, y esto pasa tanto con quien comunica como con quien lee.
– Visibilizar es fundamental, sobre todo en estos casos. Por eso necesitamos hablar del narcotráfico, porque el silencio también nos va carcomiendo… Pero no solo nosotros, que escuchamos los disparos y lamentamos no tener ventanas blindadas en nuestras casas, ¡es un problema de todos!
– Es una cagada que no sepamos los intereses que se juegan ahí. Me queda muy lejos de mi vida cotidiana, pero saber que le arruina la vida a tanta gente, a tantos chicos, es terrible.
Nosotros aprovechamos esa distancia, sabemos que a cualquiera que no vive en el barrio le queda muy lejos. Justamente necesitamos que hablen los demás. Es mucha exposición para quienes convivimos con esta secuencia todos los días; pensamos que es mejor que expongan esta problemática quienes después no sufrirán las represalias. Por eso acá traemos un problema, y no una solución.
– Claro. Acá no hay una respuesta autogestiva que puedan dar desde la organización, supongo que la solución está en la política, para eso existe, ¿no? Lo que es seguro es que no es una salida individual ni apostando a la mano dura. La respuesta autogestiva sería el Lejano Oeste. Y esto es jugarse la vida prácticamente; la falta de Internet es gravísima, pero esto es más profundo. Si tu vieja se mata laburando y vos ganás lo mismo que ella en dos días, por supuesto que lo pensás. Pero si los dos tiroteos diarios se dieran en Palermo, ¡saldría en todos lados!
Cuando terminaba la nota y quedaban minutos para que Luquitas entrara al aire, quisimos cambiar de tema para despedirnos más arriba. “¿Cómo esperás que siga tu año? También queríamos hablar un poquito de fútbol”, le preguntamos. Y se nos cagó de risa. “Perdón, boludo, pero me río porque estábamos hablando del narcotráfico, de los temas más jodidos que existen, y esta pregunta me descolocó. Puede ser título, eh: “Del narcotráfico al Mundial”.
– Es el evento que más me moviliza desde chico. Y creo que colectivamente pasa lo mismo, porque Argentina juega bárbaro. Todo indica que va ser un mundial entretenido. Ojalá que tengamos un ratito, unos cuatro o cinco partidos, por lo menos.
– El Mundial 2014 fue un antes y un después para nosotros. Estuvimos cuarenta días en la favela de Santa Marta y jugamos un amistoso villeros-faveleros. ¡Nos dirigió el Loco Houseman y el partido lo comentaron Víctor Hugo y el Diego! Pero el de Qatar tiene algo distinto, de por sí es rarísimo…
– Supongo que en Qatar se da una situación totalmente marginal. Si hay una marginalidad tan grande con algo tan sencillo como la homosexualidad, con la pobreza no sé qué harán, tal vez la tapen con biombos…
Despedimos a Luquitas, a la gente de producción y nos fuimos escuchándolo por la radio. Pero nos quedamos con una frase que nos revoleó al final, cuando creíamos que el partido había terminado. “Che, escríbanme en estos días, así les caigo una tarde a algún barrio y participo de alguna actividad”. Será el segundo tiempo de este encuentro de humildad.