Una vez más, nos miran todos ellos, nuestras pibas y pibes asesinados por la represión estatal.
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Familiares víctimas de gatillo fácil marcan la cancha como una llama encendida, con un fuerte llamado a la vida, en un contexto donde sobran balas y falta comida. En este mismo país, donde cada 17 horas nos arrebatan a un pibe o una piba.
Desde ahí marchamos, desde ahí movilizamos, desde ahí volvemos a pedir justicia. Por las causas cajoneadas que no llegan a juicio, por los sueños atormentados, por las familias destruidas, por el consuelo irrecuperable, por el futuro de nuestros derechos, por el presente de todos ellos, y por un proyecto de vida que desmantele la lucha en soledad: ¡Nunca más un pibe asesinado por la bala policial!