20 septiembre, 2022
, Revista

OBRERA DE LA ACTUACIÓN

En una charla imprescindible Pilar Gamboa nos compartió la alegría por el gran momento personal y actoral que está atravesando en el teatro, con su histórico grupo autogestivo Piel de Lava, y también la emoción de interpretar su primer protagónico para el cine, en la recién estrenada película 30 días con mi ex. Conversamos sobre la salud mental en los barrios populares, una problemática que le preocupa, y sobre los mil mandatos y estigmas que pesan sobre las mujeres, y ella se propone transformar con cada uno de sus personajes. 

Actriz y dramaturga desde los dieciocho años, Pilar inició su carrera a la par de sus amigas y colegas Elisa Carricajo, Valentina Correa y Laura Paredes, con quienes creó Piel de Lava, un grupo ya emblemático de teatro independiente que lleva veinte años sobre las tablas. “Empecé a vivir de la actuación a los treinta y antes lo hacía en paralelo con otros trabajos”, nos cuenta esta gran artista, refiriéndose al esfuerzo que supone el laburo autogestivo cuando no se cuenta con el respaldo económico de grandes productoras. Sin embargo, el amor por la actuación las llevó a organizarse para poner en marcha una “anarquía de creación” que hoy es vanguardia del teatro off. Actualmente Pilar disfruta de un gran momento personal y profesional. Además de haber sido mamá nuevamente hace dos meses, por estos días brilla en su primer protagónico para el cine, en la película 30 noches con mi ex, con Adrián Suar, y se luce una vez más con su grupo teatral en la obra Petróleo, que lleva cinco temporadas en cartel y ya fue vista por más 100.000 espectadores. Pese a todo, nos dio un espacio en su agenda ajetreada para concretar esta entrevista, que fue un hermoso encuentro de ideas. 

Rompiendo el tabú sobre la salud mental

La Argentina es el país con mayor cantidad de psicólogos y psicólogas per capita del mundo… Sin embargo, acceder a servicios para la atención de la salud mental sigue siendo una cuestión de privilegios. Quien tiene la posibilidad, paga por un tratamiento; y quien no, se embroma porque tampoco hay turnos disponibles en los hospitales y en otros centros de salud públicos, debido a la falta de profesionales. ¡Esto sí que es una locura! También lo es la falta de preocupación y reacción por parte de quienes recortan cada vez más los presupuestos destinados a la salud mental de la comunidad. Y ni hablar de la desinformación que decanta en estigma y discriminación sobre quienes atraviesan un padecimiento de este tipo. 

En 30 noches con mi ex, la reciente película que protagoniza con Adrián Suar, Pilar interpreta a La Loba, una joven con trastornos de salud mental que está por reinsertarse en la sociedad luego de permanecer tres años internada en una institución. Pero antes que nada, debe pasar por una etapa de externación donde pondrá a prueba su estabilidad emocional. Su hija y su ex pareja, El Turbo (Adrian Suar), la acompañarán durante este proceso en una película que oscila todo el tiempo entre el drama y la comedia.

–¿Qué sentiste cuando te ofrecieron este guión?

–La conversación inicial fue el peligro de reírnos de la locura, porque es algo que no ha sido ajeno en mi vida. Tuve una abuela psicótica, que por momentos decía cosas graciosas… La escuchábamos, a la vez que en sus ojos siempre se veía la mirada de un inmenso dolor por algo que ella no controlaba. Eso me marcó muy a fuego desde chiquita. Más adelante, varias personas a las que quise sufrieron trastornos psiquiátricos, con diagnósticos complicados que requerían medicación compleja o una internación. Por eso, con este personaje sentía que podía humanizar eso aún en el marco de una comedia. En el guión ya estaba planteado así… Como mi personaje es el de una puteadora, la idea era que no nos quedemos solo con el chiste. Estuvimos muy de acuerdo en esto. Y siento que yo también pude crear un personaje más prismático que lineal, a través del cual se puede observar el dolor que provoca una enfermedad psiquiátrica, tanto para quien la padece como para quienes acompañan.

–Sin embargo, la sociedad sigue discriminando a las personas que padecen enfermedades mentales. No hay un consenso y una acción social para poner el tema sobre la mesa. ¿Por qué pensás que no se da aún un debate serio sobre esto? 

–Es muy doloroso que no se dé esa discusión. La película, por ejemplo, habla de la externación que se está trabajando en la psiquiatría moderna, no de la internación. Sabemos que los lugares cerrados no sirven en todos los casos. Hay que rever eso: son padecimientos que es necesario trabajar, para que la persona pueda seguir adelante e insertarse en la sociedad. Un montón de pensadores ya lo vienen diciendo desde hace años: no tiene sentido encerrar a una persona, solo con el fin de que no sea una bomba de tiempo para los que supuestamente están cuerdos. En los países pobres, las internaciones terminan siendo hechos marginales, donde no se hace un tratamiento de base. Entonces, lo mejor es esconder para no ver… Cada vez es mayor la cantidad de personas que padecen problemas psiquiátricos y de esto no se habla. El sistema todo el tiempo expulsa y no mejora.

En todas las villas, a lo largo y ancho del país, nos resulta imposible acceder a terapias psicológicas o tratamientos psiquiátricos debido a los elevados costos y por la escasez de servicios en el ámbito de la salud pública. ¿Por qué pensás que aún no es un tema primordial en las agendas de quienes gobiernan, independientemente del partido que sean? 

–La atención de la salud mental sigue siendo un privilegio. No tienen lógica para mí. Me parece que las problemáticas psiquiátricas tiene algo terrible… Y es que, al no tratarse de algo físico, no se ven, y a lo que no se ve, nunca se le da importancia. Creo que tiene que ver con eso y también con que la salud, en general, tampoco es prioridad. Entonces los tratamientos psiquiátricos y psicológicos siguen siendo un privilegio de las clases acomodadas. Es parte de la misma injusticia del sistema en el que estamos.

Piel de lava 

Un colectivo comandado por mujeres que son socias y amigas, que escriben, actúan y dirigen sus propias obras. Piel de Lava nació en 2003 y logró convertirse en un grupo teatral único por su modalidad de trabajo. Desde los talleres a los que asistían, concibieron la idea de realizar una creación colectiva y se propusieron impulsarla contra viento y marea. “Tenemos una técnica: improvisamos. Luego una de nosotras baja la improvisación a texto y ya no lo vuelve a tocar; después las otras corrigen y finalmente creamos la dramaturgia entre todas. Al final siempre nos pasa que nadie se acuerda quién escribió qué, como si el grupo tuviera una entidad aparte de nosotras. Es increíble y emocionante. Nos salió de esta manera, es una anarquía de creación. Digamos que no es fácil, es un quilombo enorme”, celebra Pilar, y agrega que, pese a las dificultades económicas, las cuatro lograron construir una dinámica comprensiva, que sacó el colectivo adelante y generó un boca a boca poderosísimo que las trajo hasta acá… A ser las artistas más influyentes del teatro independiente. 

“Recién ahora la pegamos con Petróleo. El Teatro Sarmiento tiene un programa que se llama ‘Artista en residencia’, desde el cual convocan a artistas para que revisiten todas las obras que hicieron, además de producirles una obra nueva. Fuimos el primer grupo convocado e hicimos Colores Verdaderos, Neblina, Tren y Museo, que son nuestras obras anteriores, y después con la plata de la producción hicimos Petróleo. Íbamos a ganar un sueldo por primera vez”, recuerda.

–Esta es la quinta temporada con Petróleo en cartel y ya la vieron más de 100 mil personas. ¿Cómo surgió la idea de performar otro género? 

–Hacer de chabones era lo que nos faltaba hacer. Queríamos draguearnos, performar el género pero no desde la parodia, con respeto por las personas que transicionan, que son muy valientes. Yo hago del Carly, un tipo que todos conocemos en la vida, un macho alfa porteño que se las sabe todas. También está el personaje de Lisa, que es el más extraño: se pone un tapado de piel y ve lo que genera en los otros. Tienen que convivir en un trailer al lado de un pozo, un espacio bastante chiquito, donde tienen que hacer las tareas domésticas, dormir en cuchetas pegaditos y no se ve ni una mina por ahí. No queríamos que la lectura fuera: “Ah, son todos putos”. La obra, en tal caso, busca dar el mensaje de: “Flaco, vos también sos víctima de este sistema”. Dicen: “tengo miedo y no tengo novia”. Cuando hacemos teatro, lo pensamos de esa manera, no bajando línea sino utilizando la ficción para desarmar, generar preguntas, cuestionarse sin solemnizar. Poder reírse de la masculinidad sin bajar línea, generó cierta empatía en la mirada de la gente. 

El colectivo Piel de Lava no se detiene: en septiembre, van hacer las últimas cuatro funciones de Petróleo del año y después se irán de gira, por primera vez, a los festivales de teatro de España. Toda la cooperativa y la beba de Pilar, Anita, cruzarán el charco para llevar el teatro argentino al mundo. “Tengo varios proyectos encaminados. Maternar y hacer todo eso es un montón”, reflexiona Pilar, que no paró de trabajar durante ninguno de sus dos embarazos. Por lo que no queríamos dejar de preguntarle sobre las cosas por las que aún nos queda por desentrañar. 

–¿Cómo ves la realidad de maternar?

–Veo locura y mandato en la maternidad. Maternar es de un nivel de angustia enorme, porque sentís que no lo querés, pero que lo tenés que querer y estar feliz. No poder hacer lo que te gusta por quedarte en tu casa sola criando a los pibes. Los chabones tienen tres días de licencia… No estoy diciendo que sean todos iguales, pero hay un mandato establecido en esta sociedad. Es un tema angustiante porque la maternidad es un laburo enorme, completamente invisible, que está orientado exclusivamente a la mujer: gestás al pibe y lo tenés que criar vos. Yo rodé una serie estando embarazada, pero sé que soy una privilegiada que puede pagarle a una persona para que cuide a mis hijos. Recuerdo que, cuando trabajaba en una YPF, tenía una compañera que, llorando en el lugar, se sacaba leche en el mismo baño donde la gente hacía caca. Era mamá de tres hijos, y cuando tuvo a la última, tuvo que volver a trabajar a los tres meses. 

Todavía tenemos que dar muchos años de pelea por nuestros derechos… Para ganar la misma plata por el mismo laburo, para que las diversidades tengan más cupo, para que un chabón diga me quedo yo, y que entonces nosotras podamos salir a laburar.