18 octubre, 2022
, Chile

LA MECHA SIGUE ENCENDIDA

El 18 de octubre de 2019 la historia chilena se partía en dos. Las y los “cabros chicos” saltaban los molinetes del subte y prendían la mecha detonando un imparable volcán de rabia acumulada. Como no eran 30 pesos sino 30 años de injusticias, crujió todo el edificio neoliberal, pionero en América Latina, que siempre nos habían vendido como el modelo a seguir.

Fueron cuatro meses de batallas diarias hasta que la pandemia apaciguó la efervescencia, pero el espíritu destituyente se mantuvo y forzó un proceso constituyente que fracasó en su primer intento pero que sigue latente en los sueños de miles y miles que luchan por desmalezar las raíces del andamiaje pinochetista.

“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso”, fue lo primero que balbuceó el entonces presidente Piñera cuando se desató la revuelta, mientras su esposa alucinaba una “invasión alienígena”. Si las protestas no aflojaron un día, la ferocidad de Carabineros tampoco: 34 personas fueron asesinadas y 460 perdieron sus ojos. La represión y su necesaria contracara de la impunidad hicieron que, hasta el día de hoy, de las 10.813 denuncias por violaciones a los DDHH solo 14 terminaran en condenas.

La promesa de Gabriel Boric de desmantelar esta fuerza represiva no fue cumplida. Tampoco la de indultar a las presas y presos políticos del estallido. Ni la de desmilitarizar los territorios mapuche.

A tres años de la rebelión popular chilena, quedan al desnudo las demasiadas deudas pendientes, y también las limitaciones para conducir el malestar social en un proyecto de futuro. Pero la historia demuestra que los procesos transformadores no son lineales, hay avances y retrocesos en estos momentos transicionales donde “lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer”. Y aunque los dueños de todas las cosas se empecinen en apagar el fuego, seguirá encendida esa llama insurgente que no resignará su deseo de cambiarlo todo.