10 noviembre, 2022
, Ecuador

AVANZA EL MODELO NARCO EN LA REGIÓN

El 31 de octubre, la ciudad ecuatoriana de Esmeraldas amaneció con dos cadáveres colgando de un puente en pleno centro. Al otro día se registraron 18 atentados con explosiones, coches-bomba y tiroteos ahí y en Guayaquil, y unos días después se produjo una nueva masacre carcelaria en Quito (¡la décima en dos años!), donde murieron cinco privados de libertad. Escribe Gerardo Szalkowicz.

La espiral de violencia que sufre el Ecuador no es nueva. En los últimos años se instaló vertiginosamente el “modelo gangsteril”, o sea, la proliferación de bandas criminales creadas desde el Norte para controlar territorios, negociados y mantener sumisa a la población. Un experimento ya “exitoso” en países como México, El Salvador o Colombia que se expande en silencio por toda Nuestra América.

La disputa entre mafias, que ahora explotó en las calles, tiene epicentro en las cárceles de todo el país, controladas por el narco, donde 416 privados de libertad fueron asesinados desde inicios de 2021, la mayoría pibes con prisión preventiva acusados por delitos menores. Un informe de la CIDH advierte que esta crisis “responde al abandono estatal del sistema penitenciario así como a la ausencia de una política criminal integral”.

La reacción del presidente neoliberal Guillermo Lasso es la misma una y otra vez: el 1° de noviembre decretó el toque de queda por cuarta vez en el año, una medida excepcional convertida en recurrente que limita las libertades del pueblo ecuatoriano. Para Carolina Andrade, exsubsecretaria de Inteligencia de Ecuador, “los estados de excepción solo buscan mayor militarización en las calles sin abordar realmente los temas de fondo”.

Temas de fondo como la pobreza, el desempleo o la desigualdad no aparecen en la agenda oficial. Mucho menos la complicidad de las fuerzas de seguridad con los grupos criminales: el propio embajador yanqui expresó en 2021 la “preocupación” por la existencia de los llamados “narco-generales”.

Ausencia de políticas para enfrentar las raíces estructurales de la violencia, abandono estatal de las cárceles y los barrios, militarización de las calles, discursos de mano dura… las recetas que se aplican en Ecuador son las mismas que ya fracasaron en todos lados, y que no hacen más que alimentar un sistema de muerte y terror que desangra cada día más las venas abiertas de América Latina.