Durante estos 39 años de democracia hubo luces y sombras. Hubo algunos, en la dirigencia política, que no actuaron convenientemente con la restitución del Estado de derecho. Pero la democracia no se regala, no es una fecha, hay que construirla con la participación del pueblo. Esto todavía es una asignatura pendiente. Por Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la paz
Un país democrático es un país con derechos e igualdad para todas y todos, sin embargo estamos muy lejos de eso con la realidad que viven las comunidades originarias, como la mapuche, con los golpes de Estado encubiertos con el Lawfare, con los derechos básicos no garantizados en nuestras poblaciones. Estamos viviendo democracias condicionadas y en permanente peligro.
La economía que tenemos es de especulación. La deuda externa y los grandes intereses no pueden hacer que de un día para el otro suba el dólar y nos tengan permanentemente devaluando el peso argentino. El nuestro no es un país pobre pero sí es un país empobrecido. La democracia también significa superar los índices de pobreza y para eso se necesitan políticas de producción y de distribución.
El pueblo vive una Justicia injusta, hay una mafia judicial que se apropió del poder y que la tiene en jaque. Lo mismo está pasando en el resto de los países latinoamericanos. Es necesaria una Reforma Judicial porque hoy los jueces son intocables, incluso aquellos que entraron por la ventana a la Corte Suprema nombrados por Macri. La pregunta es cómo podemos fortalecer la participación social donde el pueblo tenga controles constitucionales y jurídicos para impedir los abusos de poder.
Derechos Humanos y democracia son valores indivisibles. Si se violan los Derechos Humanos la democracia se debilita y deja de ser democracia.
